Diógenes de Sínope - VIdas de los FILÓSOFOS MÁS ILUSTRES
20 Diógenes, hijo de Icesio, banquero, fue natural de Sínope. Diocles dice que como su padre tuviese Banco público y fabricase moneda adulterada, Diógenes se dio a la fuga. Pero Eubúlides, en el libro De Diógenes, afirma que el mismo Diógenes fue quien la hizo, y salió desterrado con su padre. Aun él mismo dice de sí en el Pórdalo1 que fue falsificador de moneda.2 Algunos escriben que habiendo sido hecho director de la Casa de Moneda se dejó persuadir de los oficiales a fabricar moneda, y pasó a Delfos, patria de Apolo, donde fue preguntado “si ejecutaba aquello a lo que había sido inducido”. Que, no habiendo entendido el oráculo, y creído se le permitía la falsificación de la moneda pública, lo ejecutó, fue cogido, y, según algunos, desterrado; bien que otros dicen se fue voluntariamente por miedo que tuvo.
21 Otros, finalmente, afirman que falsificó moneda que le dio su padre; que éste murió en la cárcel pero que Diógenes huyó y se fue a Delfos. Que preguntó no si ya no falsificaría moneda.3 sino qué debía de hacer para ser hombre célebre que nadie, y de esto recibió el oráculo referido
Habiendo llegado a Atenas,4 se encaminó a Antístenes;5 y como éste, que a nadie admitía, lo repeliese, prevaleció su constancia. Y aun habiendo una vez alzado el báculo, diciendo “Golpea, que no hallarás leño tan duro que de ti me aparte, con tal que enseñes algo.” 6 Desde entonces quedó discípulo suyo, y como fugitivo de su patria, se dio a una vida frugal y parca.
22 Observando un ratón que andaba de una a otra parte (lo refiere Teofrasto en su Mégárico), sin buscar reposo, sin temer la oscuridad ni anhelar ninguna de las cosas a propósito para vivir regaladamente, descubrió el remedio a su indigencia. Según algunos, fue el primero que dobló el manto, a fin de tener con él lo necesario y servirse de él para dormir. Proveyóse también de un zurrón, en el cual llevaba la comida, sin dejarla jamás en cualquier parte que se hallase, ya comiendo, ya durmiendo, ya conversando; y decía señalando el pórtico de Zeus y Pompeyo, que “los atenienses los habían edificado para que él comiese.”
23 Hallándose un tiempo débil de fuerzas, caminaba con un bastón, pero después lo llevó ya siempre, no en la ciudad, sino viajando, y entonces llevaba también el zurrón, como refieren Olimpiodoro, príncipe de los atenienses, Polieucto, orador y Lisanias, hijo de Escrión. Habiendo escrito a uno que le buscara un cuarto para habitar, como éste fuese tardo en hacerlo, tomó por habitación la cuba del metroo, según él mismo lo manifiesta en sus Epístolas. Durante el estío se echaba y revolvía sobre la arena caliente, y en el invierno abrazaba las estatuas cubiertas de nieve, acostumbrándose de todos modos al sufrimiento.
24 Era vehemente en tratar con arrogancia a los demás; y a la escuela de Euclides la llamaba “biliosa”; a las disputas de Platón le daba el nombre de “desperdicios”; a los juegos dionisíacos, “grandes maravillas para los necios”; a los gobernadores del pueblo, “lacayos del populacho”. Cuando veía a los magistrados, los médicos y los filósofos empleados en el gobierno de la vida, decía que el hombre es el animal más inteligente de todos; pero al ver los intérpretes de sueños, los adivinos y cuantos les creen, o a los que se ciegan por la gloria mundana y riquezas, nada tenía por más necio que el hombre. Decía que su ordinario modo de pensar era que “en esta vida, o nos hemos de valer de la razón o de la soga”.
25 Viendo una vez a Platón que en un gran convite comía aceitunas, dijo: “¿Por qué causa, oh sabio, navegaste a Sicilia en busca de semejantes mesas, y ahora que la tienes delante no la disfrutas?” Y respondiendo Platón, “Yo, bien cierto, oh Diógenes, también comía allá aceitunas y cosas semejantes”, repuso Diógenes: “¿Pues para que necesitabas navegar a Sicilia? ¿Acaso el Ática no producía aceitunas?” Favorino escribe en su Historia varia que esto se lo dijo Aristipo; y que una vez, comiendo higos secos, se le puso delante y le dijo: “Puedes participar de ellos”; y como Platón tomase y comiese, le dijo “Participar os dije, no comértelos”. 7
26 Pisando una vez las alfombras de Platón, que había invitado a unos amigos recomendados por Dionisio, dijo: “Pisoteo la vanagloria de Platón”; pero éste le respondió: “¡Cuánta vanidad manifiestas, oh Diógenes, queriendo no parecer vanidoso!”. Otros escriben que Diógenes dijo: “pisoteo la vanidad de Platón”, y que éste le respondió: “Pero con otra vanidad, Diógenes”. Soción dice, en el libro IV, que este Perro dijo a Platón lo siguiente: “Diógenes una vez le pidió vino y al mismo tiempo higos secos, y como aquél le envió un cántaro lleno, le dijo: ‘Si te preguntaren cuanto hacen dos y dos, ¿responderías que veinte? Tu ni das según te piden, ni respondes según te preguntan’”. Con esto lo motejaba de verboso.
27 Habiendo sido preguntado dónde había visto en Grecia hombres buenos, respondió: “Hombres, en ninguna parte; niños sí los he visto en Esparta”. Haciendo una vez un discurso muy sabio y provechoso, como nadie llegara a oírlo, se puso a trinar como un pájaro. Concurrieron entonces muchos; más él, dejando el canto, los reprendió diciendo que “a los charlatanes y embaucadores concurrían diligentes, pero tardos y de mala gana a los que hacían cosas útiles”. Decía que “los hombres compiten en cavar y dar coces, pero ninguno acerca de ser honestos y buenos”. 8 Se maravillaba de los gramáticos, que “escudriñan los trabajos de Ulises e ignoran los suyos propios”, y de los músicos que “acordando las cuerdas de sus liras, tienen desacordes las costumbres del ánimo”.
28 De los matemáticos, “porque mirando al sol y a la luna no ven las cosas que tienen a los pies”. De los oradores “porque procuran decir lo justo, mas no procuran hacerlo”. De los avaros “porque vituperan de palabra el dinero y lo aman sobre manera”. Reprendía a “los que alaban a los justos porque desprecian el dinero, pero imitan a los adinerados”. Le irritaba “que se ofreciesen sacrificios a los dioses por la salud y que en los sacrificios mismos hubiese banquetes que le son contrarios”. Admirábase de los esclavos que “viendo la voracidad de sus amos nada hurtaban de la comida”.
29 Alababa mucho “a los que pueden casarse y no se casan; a los que les importa navegar y no navegan; a los que pueden gobernar la República y lo huyen; a los que pueden abusar de los muchachos y se abstienen de ello; a los que tienen oportunidad y disposición para vivir con los poderosos y no se acercan a ellos”. Decía que “deberíamos alargar las manos a los amigos con los dedos extendidos, no doblados”.
Refiere Menipo en La almoneda de Diógenes que habiendo sido hecho cautivo, como al venderlo le preguntasen qué sabía hacer, respondió: “Sé mandar a los hombres”. Y al pregonero le dijo: “anuncia si alguno quiere comprarse un amo”. Prohibiéndole que se sentara, respondió: “No importa, los peces de cualquier modo que estén se venden”.
30 Decía que “se maravillaba que no comprando nosotros olla ni plato sin examinarlo bien, en la compra de un hombre nos contentamos solo con la apariencia”. A Jeníades, que lo compró, le decía: “Que debía obedecerle, por más que fuese su esclavo; pues, aunque el médico y el piloto sean esclavos, conviene obedecerlos”.
También Eubulo, en el libro igualmente intitulado La almoneda de Diógenes, dice que instruyó a los hijos de Jeníades de manera que después de haberles enseñado las disciplinas, los adiestró en el montar a caballo, a disparar la flecha, tirar con honda y arrojar dardos. Después no permitía que el que instruía los muchachos en la palestra ejercitase los suyos para ser atletas, sino solo para adquirir buen color y buena salud.
Sabían de memoria estos muchachos muchas sentencias de los poetas, de los otros escritores y aun de Diógenes mismo.
31 Y para que mejor comprendiesen les enseñaba todas las cosas en compendio. Le enseñaba también a servirse ellos mismos en casa, a comer poco y a beber agua. Hacíales pelar a rape, a navaja; los llevaba por las calles sin adornos, sin túnica, descalzos, con silencio y solo mirándolo a él. Los llevaba también a cazar. Los discípulos, a su vez, tenían igual cuidado de él y pedían favores para él a sus padres encarecidamente. Refiere el mismo autor que envejeció y murió en casa de Jeníades y que lo enterraron los hijos de éste; y que preguntándole Jeníades cómo lo había de enterrar, respondió: “Boca abajo”.
32 Diciéndole aquél por qué causa, respondió: “porque de aquí a poco se volverán las cosas de abajo arriba”. Dijo esto porque ya entonces los macedones tenían mucho poder y de humildes iban a hacerse grandes.
Habiéndolo uno llevado a su magnífica y adornada casa y prohibiéndole escupiese en ella, carraspeando le escupió en la cara un buen reuma diciendo que “no había hallado lugar más inmundo”. Otros cuentan esto de Aristipo. Clamando en una ocasión y diciendo: “Hombres, hombres”, como concurriesen varios, los ahuyentaba con el báculo diciendo “Hombres he llamado, no mierdecillas”. Refiérelo Hecatón en el libro I de sus Dichos. También cuentan haber dicho Alejandro que “si no fuera Alejandro, querría ser Diógenes”.
33 Llamaba lisiados, no a los sordos y ciegos, sino a los que no llevaban capa y zurrón.9 Habiendo entrado una vez al convite de ciertos jóvenes con la cabeza a medio rapar, le dieron algunos golpes; pero él, escribiendo después los nombres de los que le habían dado en una tablita blanca, se la ató encima y se paseó por todas partes con ella. De este modo vindicó su injuria, exponiéndolos a la represión y censura de todos. Esto lo cuenta Metrocles en sus Dichos. Llamábase “perro” a sí mismo, pero decía que “lo era de los famosos y alabados; aunque ninguno de quienes lo alababan saldría con él de caza”. A uno que le decía que vencía a hombres en los juegos pitios le respondió: “Yo soy quien venzo a los hombres; tu vences a los esclavos”.
34 A unos que le dijeron: “Viejo eres, descansa ya”, les respondió: “¡Vamos! Pues si yo corriera una carrera de fondo y estuviera ya cercano a la meta, ¿no debería entonces aligerar el paso en vez de remitirlo?”. Convidado a un banquete dijo que “no iría, porque habiendo estado el día antes no se lo habían agradecido”. Caminaba a pie, descalzo sobre la nieve y más cosas que dijimos arriba. Probó también a comer carne cruda, pero no pudo digerirla. Halló una vez al orador Demóstenes comiendo en una taberna; y como éste se retirase más al fondo le dijo: “Cuanto más a dentro te metas, más en la taberna estarás”. En otra ocasión, queriendo unos forasteros ver a Demóstenes, extendiendo el dedo de en medio dijo: “Éste es el demagogo del pueblo ateniense”.
35 Para dar una lección a uno que tenía vergüenza de coger el pan que se le había caído, le colgó al cuello una vasija de barro y lo condujo por el Cerámico. Decía que “imitaba a los maestros del coro, los cuales también dan la nota más alta para que los demás den la nota justa”. Decía que la mayoría están a un dedo de la locura; pues si alguien anda extendiendo el dedo de en medio, lo tendrán por loco, y si el índice, no. Y que las cosas más valiosas se venden por nada; y al revés: así, por ejemplo, una estatua se vende a tres mil dracmas, pero un cuartillo de harina de cebada por dos centavos de bronce.
36 A Jeníades, quien le compró, le dijo: “Procura hacer lo que yo te mande”; y como éste le replicara “Arriba los ríos sus aguas vuelven”, respondió: “Y si hubieras comprado un médico, estando enfermo, ¿acaso en lugar de obedecerle le dirías que “arriba los ríos sus aguas vuelven?” Alguien quiso aprender filosofía con él; le dio un arenque salado y le mandó seguirlo. El otro, por vergüenza, lo arrojó y se fue; al encontrarlo al cabo de un tiempo, Diógenes de dijo riendo: “Un arenque ha destruido nuestra amistad”. Diocles, en cambio, lo cuenta así: diciéndole alguien. “haré lo que tú mandes, Diógenes”, lo llevó consigo y le dio a llevar un queso de medio óbolo; y como se negara, dijo: “nuestra amistad se rompió por un queso de medio óbolo”.
37 Viendo una vez a un niño bebiendo con las manos, sacó del morral la escudilla y la arrojó diciendo: “un niño me ha ganado en frugalidad”. Arrojó también la fuente, así mismo, por haber visto a un niño que, al habérsele roto el plato, recogía las lentejas con el hueco de un pedazo de pan. Por lo demás razonaba mediante silogismos como el siguiente: “A los dioses todo les pertenece; los sabios son amigos de los dioses; los bienes de los amigos son comunes; por tanto, todo les pertenece a los sabios”. Viendo una vez a una mujer prosternándose ante los dioses en una postura sobremanera indecente y queriendo librarla de la superstición –según cuenta Zoilo de Perga– se acercó y dijo: “¿No temes mujer que algún dios te vea por detrás –ya que todo está lleno de ellos– y les parezcas una sinvergüenza?”
38 A Asclepio le consagró la imagen de un pendenciero que se lanzaba sobre los que se prosternaban boca abajo y los apaleaba. Solía decir que en él sea habían reunido todas las maldiciones de la tragedia,10 pues se hallaba: “sin patria, sin techo, lejos del hogar/ mendigo, errante, a merced de la ocasión.”. Decía que oponía al azar el ánimo, a la ley la naturaleza y a la pasión el razonamiento. Mientras tomaba el sol en el Cranion, se le acercó Alejando y le dijo: “Pídeme lo que quieras” a lo que respondió él: “Pues no me hagas sombra”.11 Cuando alguien estaba leyendo un discurso sobradamente largo, como ya al final del manuscrito se viera un espacio sin letras, dijo: “Ánimo, señores, que ya veo tierra”. A uno que mediante silogismos le demostraba que tenía cuernos, le dijo, tocándose la frente: “yo no los veo”.
39 De modo parecido, ante alguien que afirmaba que no había movimiento, se levantó y se puso a pasear. A uno que discurría sobre los fenómenos celestes, le preguntó: “¿Hace mucho que viniste del cielo?” Habiendo cierto eunuco, hombre malvado, escrito sobre el dintel de la puerta de su casa, “Que nada malo entre aquí”, le preguntó: ¿Cómo entrará, pues, el dueño de la casa?” Ungiéndose los pies con perfume, dijo que de la cabeza el perfume va al aire, pero que desde los pies nos llega al olfato. Cuando los atenienses le exhortaban a hacerse iniciar en los misterios y le contaban los privilegios que aguardan a los iniciados en el Hades, dijo: “sería de risa que Agesilao y Epaminondas vivieran en el lodo, mientras que cualquier fulano, solo por estar iniciado, haya de poseer las Islas de los Bienaventurados”.
40 Habiendo trepado los ratones a su mesa, dijo “He aquí que Diógenes también alimenta parásitos”. Como Platón lo llamara “perro”, respondió: “Sí; pero yo no he vuelto con los que me vendieron”.12 Al salir de los baños a uno que le preguntó si había mucha gente bañándose le dijo que no; pero cuando otro le preguntó si había mucha gentuza, le respondió que sí. Habiendo Platón definido al hombre como “Animal de dos pies e implume”, y siendo celebrado por ello, tomó Diógenes un gallo, quitóle las plumas, y lo metió en la escuela de aquel, diciendo: “Este es el hombre de Platón”. Y así se añadió a la definición: “con uñas planas”. A uno que le preguntó a qué hora conviene comer, le respondió: “Si eres rico, cuando quieras; si eres pobre, cuando puedas”.
41 Viendo en Mégara a las ovejas abrigadas con pieles mientras iban los muchachos desnudos, dijo: “entre los megarenses más conviene ser carnero que hijo”. A uno que le dio un golpe con un madero y luego le dijo: “Ten cuidado”, le respondió: “Acaso quieres golpearme nuevamente?” Llamaba a los demagogos “ministros del populacho” y a las coronas “vejigas de glorias”. Se pasaba a pleno día con un candil y decía: “Voy buscando a un hombre”. Una vez se quedó parado, empapado por la lluvia, y como muchos lo compadecían, Platón, que también estaba presente, dijo: “Si queréis compadecerle de verdad, marchad”, aludiendo a su vanidad. Como alguien le asestara un puñetazo, dijo: “¡Por Heracles!, ¿Cómo me habré olvidado de ponerme un casco para caminar?”
42 Así mismo, cuando Midias lo golpeó con el puño en la cara, diciendo “Hay tres mil para ti en el banco”, al día siguiente tomó unos guantes de boxeo y, moliéndolo a golpes, dijo: “Hay tres mil para ti en el banco”. Preguntándole un boticario llamado Lisias si creía en los dioses, le contestó: “¿Cómo no habría de creer en ellos si te tengo a ti por enemigo de los dioses?”. Según otros, eso lo dijo Teodoro. Viendo a uno todo bañado en agua bendita, dijo: “¡Oh, desgraciado! ¿No sabes que, así como las aspersiones no te lavan de las faltas gramaticales, tampoco lavarán los crímenes de tu vida?” Reprochaba a los hombres sus rezos, diciendo que “no piden lo que de verdad es bueno, sino lo que les parece bueno”.
43 A quienes se amedrentaban por los sueños, les reprochaba que “no se preocupaban por lo que hacían despiertos y, en cambio, vais escudriñando lo que imagináis dormidos”. Cuando en Olimpia anunció el pregonero “Dioxipo, campeón de hombres”, djo Diógenes: “Este venció a los esclavos, yo a los hombres”. Los atenienses le tenían en mucha estima. Cuando, por ejemplo, un mozalbete le rompió el tonel, propinaron al chaval una paliza y le dieron otro. Dionisio Estoico cuenta que, tras la batalla de Queronea, fue conducido prisionero ante Filipo y como éste le preguntase quién era; respondió: “un espía de tu insaciabilidad”. Admirado por ello, aquél le dejó en libertad.
44 Cuando Alejandro mandó una vez a Antípatro una carta que estaba en Atenas por medio de un tal Atilio [Mísero],13 Diógenes que se hallaba presente, dijo: “Mísera misiva, de mísero a mísero, por medio de Mísero”. Como Perdicas amenazó que lo había de matar si no iba a verlo, le dijo: “Menuda proeza; también el escarabajo y la tarántula saben hacerlo”. Y le dijo que peor amenaza habría sido decirle que “sin él sabría vivir feliz”. Una y otra vez proclamaba que “los dioses han dado a los hombres una vida fácil; pero que ésta se oculta a los que van buscando tortas de miel, ungüentos y cosas semejantes.” Así a uno que se hacía calzar por un criado, le dijo: “Aún no eres feliz hasta que no te limpien también los mocos, pero eso ya vendrá cuando te corten las manos”.
45 En una ocasión, viendo a los guardianes de un templo, llamados hieromnémones, llevar preso a uno de los administradores que había robado una copa del erario, dijo “los ladrones grandes llevan al pequeño”. Viendo una vez a un joven que tiraba piedras a una cruz, le dijo: “Buen ánimo, muchacho, que tú acabarás por darle”.14 A unos mozalbetes que le rodeaban diciendo “A ver si nos muerdes”, les contesto: “no os de cuidado, muchachos. El perro no come acelgas”. A uno que se pavoneaba con una piel de león, le dijo: “Deja de deshonrar la prenda de la virtud”. A uno que juzgaba dichoso a Calístenes, ponderando el lujo de disfrutaba en la corte de Alejandro, le replicó: “A fe mía que es un desgraciado, pues come y cena cuando a Alejandro le da la gana”.
46 Cuando necesitaba dinero lo pedía a sus amigos, no como prestado, sino como debido. Tocándose una vez los cataplines en medio de la plaza, dijo “¡Ojalá que tocándome el vientre no tuviese hambre!”. Viendo a un joven que iba a comer con gente rica,lo apartó de estos, lo llevó a sus familiares y les aconsejó que lo tuviesen bien vigilado. A un mozo muy adornado que le preguntaba cierta cosa, le respondió que no le respondería si antes no se quitaba la ropa y mostraba si era hombre o mujer. A otro joven que estando en los baños echaba vino del jarro al vaso, haciendo ruido, le dijo: “Cuanto mejor, tanto peor”. Durante una cena, algunos le arrojaron huesos como a un perro y, él, acercándose a los tales, se les meó encima, como hacen los perros.
47. A los oradores y a todos los que perseguían la fama mediante la elocuencia, los llamaba “los tres veces hombres”, por “tres veces miserables”. A un rico inculto lo llamaba “oveja con lana de oro”. Habiendo visto escrito en la casa de un malgastador “Se vende”, dijo, “ya sabía yo que con tanta borrachera acabarías por vomitar pronto a tu dueño”. A un mozo que se quejaba de que muchos le molestaban, dijo: “pues deja tu también de pasear por todos lados los indicios de lo que deseas”. Hallándose en un baño mugriento dijo: “¿Y los que se bañan aquí; dónde se lavan?” A un mal citarista que todos denostaban, solo él lo alababa; cuando le preguntaron por qué, respondió: “porque con lo fornido que es, toca la cítara y canta, en vez de robar por los caminos”.
48 A otro citarista y cantor, al que siempre desamparaban los oyentes, lo saludó diciendo: “¡Buenos días, gallo!”; y como este le preguntara por qué, contestó: “porque con tu canto logras que todos se levanten”. Estando una multitud observando a un joven que pronunciaba un discurso sentencioso, Diógenes se llenó el regazo de altramuces y se puso a devorarlos delante de él; como las miradas de la multitud se fijaron en su gesto, se mostró muy sorprendido de que las gentes le observasen a él y no al orador. Díjole un tipo muy supersticioso: “De un solo golpe te partiré la cabeza, replicó “Pues yo te haré temblar estornudando a la izquierda”. 15 Cuando Hegesias le pidió que le prestase alguno de sus escritos, dijo: “¡Mira que eres necio, Higesias! Tratándose de higos no los quisiera pintados en la pared, sino de verdad, pero abandonas la verdadera y efectiva ejercitación para lanzarte sobre lo que está escrito en un papel”.
49 A uno que le echaba en cara su destierro, le dijo. “¡Por ese mismo destierro, oh infeliz, me hice filósofo!” Y en otra ocasión, al decirle alguien: “los de Sínope te condenaron al destierro”, respondió “Y yo a ellos a quedarse”. Viendo una vez a un vencedor en los juegos olímpicos que apacentaba un rebaño, le dijo: “¡Qué rápido pasaste de Olimpia a Nemea!”.16 Preguntado por qué los atletas son tan brutos, contestó: Porque están hechos de carne de cerdo y de buey”. Una vez pidió limosna a una estatua; preguntándole por qué lo hacía, respondió: “estoy ejercitándome en el fracaso. Pidiendo limosna a alguien, (pues en los principios, la pobreza le obligó a pedir), le dijo: “Si ya has dado a otro, dame también a mí,; y si a nadie has dado, empieza conmigo”.
50 Preguntándole un tirano cuál era el mejor metal para las estatuas, dijo: “Aquel del que se fundieron las de Harmodio y Aristogitón”. 17 Preguntado como usaba Dioniso de los amigos,18 respondió: “Como los sacos de harina; a los que están llenos los manda colgar y a los que están vacíos se los quita de encima”. Hiendo un recién casado escrito sobre el dintel de la puerta de su casa: “De Zeus el hijo, Heracles victorioso/habita aquí; que el mal en esta casa no entre”; escribió debajo “Después de la batalla/llega el socorro”. Decía que el amor al dinero es la patria de todos los males. Viendo en una hostería a un crapuloso comiendo aceitunas, dijo: “Si así hubieras desayunado, no cenarías así”.
51 A los hombres de bien los llamaba imágenes de los dioses; y el amor “ocupación de desocupados”. Preguntado que cosa hay de más miserable en esta vida, respondió: “el viejo pobre”. Preguntado cuál es el más dañino de los animales, dijo: “De los salvajes, el sicofante; de los domesticados, el adulador”. Viendo una vez dos centauros muy mal pintados, preguntó: “¿Cuál de éstos es Quirón?”.19 Decía que una oración hecha para conseguir favores es como una soga untada en miel. El viento lo llamaba la Caribdis de la vida. Oyendo que había sido apresado el adúltero Dídimo dijo: “que lo cuelguen por su nombre”. 20 Preguntado por qué causa el oro es pálido, dijo: “porque hay muchos que lo buscan”. Viendo una mujer en litera dijo: ”no cuadra tal jaula a tal fiera”.
52 Como viese a un esclavo fugitivo que estaba sentado junto a un pozo, le dijo: “Cuidado, joven, no te vayas a caer”. Viendo en los baños a un ladronzuelo ladrón de ropa, dijo: “¿Vienes a por un poco de ungüento o a por ropa?”. Viendo a unas mujeres colgadas de un olivo, dijo: “¡Ojalá todos los árboles trajesen este fruto!”. Viendo a un ladrón de ropa, dijo: “¿A qué vienes, amigo? / ¿Por ventura pretendes desnudar algún difunto?”. Preguntado si tenía algún criado o criada, dijo que no; y al decirle el otro: “Y cuando te mueras, ¿quién te llevará al sepulcro?”, respondió: “el que necesite la casa”.
53 Viendo a un hermoso joven que dormía sin preocupaciones, le dijo: “Despierta/ no sea que durmiendo/ por detrás alguien te clave un dardo”.
Y a uno que gastaba mucho en opíparos majares: “Pronto, hijo, morirás según lo que compras”. 21
Disertando Platón acerca de las ideas y usando palabras como “meseidad” y “vaseidad” dijo: “Lo que yo veo, oh, Platón, es una mesa y un vaso perol la meseidad y la vaseidad, no las veo por ningún lado”. Y aquél le respondió: “Dices bien. Pues para ver mesas y vasos tienes ojos, pero no tienes la mente con la que se contempla la mesiedad y la vaseidad”. 22
54 [Cuando alguien preguntó a Platón: “¿Qué te parece Diógenes?” dijo: “Un Sócrates enloquecido”].23 Preguntado a qué edad debe uno casarse, dijo: “Los jóvenes aún no. Los viejos, ya no”. Preguntado qué quisiera recibir a cambio de un puñetazo, respondió: “un casco”. Visto un mocito que mucho se acicalaba, dijo: “Si es para los hombres, mal actúas; si es para las mujeres, mal calculas”. Viendo una vez a un joven que se ruborizaba, dijo: “Ánimo. Es el color de la virtud”. Habiendo oído cierta vez a dos abogados, los condenó a ambos, diciendo que uno había robado y el otro no había perdido nada. Preguntado qué vino prefería, respondió “el de los otros”. A uno que le decía: “Muchos te ridiculizan”, contestó “pero no quedo en ridículo”.
55 A uno que decía que el vivir es un mal, le dijo: “no el vivir, sino el malvivir”. A quienes le decían que hiciese buscar a un esclavo fugitivo, les respondió: “Cosa ridícula sería, que si Manes puede vivir sin Diógenes, Diógenes no pudiera vivir sin Manes”. Cuando mientras él estaba comiendo aceitunas sacaron un pastel, las arroyo diciendo. “¡Viajero a los tiranos cede el paso ya!” Y en otra ocasión: “A la aceituna le dio azotes”.
Preguntado qué clase de perro era, respondió: “Cuando tengo hambre, un maltés; cuando he comido un moloso. Soy uno de esos que la mayoría elogian, pero con los que no se atreven a salir de caza; así conmigo no podéis salir por miedo al dolor”.
56 Preguntado si los sabios comen pasteles, dijo “De todo <pero no> como los demás hombres”. Preguntado por qué los hombres socorren a los mendigos, pero no a los filósofos, dijo: “porque piensan que pueden acabar inválidos o ciegos, pero filósofos jamás”. Pidió limosna a un avaro y como éste tardara en dale algo, dijo: “Hombre te pido para comer, no para mi funeral”.24 Cuando uno le echó en cara una vez el haber falsificado moneda, le contestó: “Eso fue en un tiempo en que yo era tal como tu eres ahora; pero tal como ahora soy yo, tu no lo serás nunca”. Y a otro que le reprochaba lo mismo, le respondió: “También antes me meaba encima, pero ahora no”.
57 Al llegar a Mindo, cuando vio las puertas grandes y la ciudad pequeña, dijo: “¡Hombres de Mindo, cerrad las puertas, no sea que la ciudad se os escape”. Viendo una vez a un ladrón de púrpura que había sido descubierto, dijo: “Al fin lo atraparon/ purpúrea muerte y el hado invencible”.
Rogándole Crátero que se viniese a vivir con él, respondió: “Mejor prefiero lamer sal en Atenas que disfrutar con Crátero de mesas abundantes”. Al orador Anaxímenes, que era hombre corpulento, le dijo: “danos también a nosotros, los pobres, un poco de tu tripa, y con eso tu irás más ligero y nosotros también”. Cuando éste mismo una vez estaba pronunciando un discurso, él distrajo a los oyentes levantando un pescado salado, y como se irritase dijo: “Un pescado salado de un óvolo ha echado a perder el discurso de Anaxímenes”.
58 Como alguien le afeara una vez que estuviera comiendo en la plaza, dijo: “Es que también tenía hambre en la plaza”. Dicen algunos que también fue a él que Platón, al verle lavar hierbas le dijo: “Si sirvieras a Dioniso no estarías lavando hierbas”, y él le respondió, hablándole al oído”: “Si lavases hierbas, no tendrías que verte sirviendo a Dionisio”. A uno que le decía que muchos se reían de él, respondió: “Y de ellos tal vez se ríen los burros, pero ni ellos hacen caso de los burros, ni yo de ellos”. Viendo a un jovencito que filosofaba, le dijo. “haces muy bien llevar a los enamorados de tu cuerpo hacia el amor por tu alma”.
59 Maravillándose alguien ante los muchos exvotos que había en Samotracia, le dijo: “Pues aún habría muchos más, si también los hubiesen ofrecido los que no se salvaron, – aunque algunos afirman que el dicho es de Diágoras de Melos.25 A un hermoso joven que iba a un banquete le dijo: “volverás peor”. Cuando el otro volvió al día siguiente y dijo “he vuelto y no me hecho peor”, le replicó: “peor [Quirón] no, pero más laxado [Euritión] seguro que sí”.26 Pedía algo a un hombre desabrido y como este le contestara “te daré si me convences”, le dijo: “Si supiera convencerte, te convencería para que te ahorques”. Volvía de Esparta a Atenas y a uno que le preguntaba a dónde iba y de dónde venía, le dijo: “Vengo de la casa de los hombres y voy a la de las mujeres”.
60 Viniendo de los Juegos Olímpicos, le preguntó uno si había concurrido mucha gente, a lo que respondió: “gente mucha, hombres pocos”. De los voluptuosos decía que eran semejantes a higueras que crecen al borde de un precipicio y cuyos frutos el hombre no goza, sino que los devoran cuervos y buitres. Habiendo Friné 27 dedicado a Delfos una Afrodita de oro, escribió al pie: “Se hizo con la incontinencia de los griegos”. Cuando una vez se presentó ante él Alejando y le dijo “Yo soy Alejandro, el gran rey”, éste le respondió “Y yo Diógenes, el perro”. Preguntado qué hacía para que le llamasen “perro”, respondió: “muevo la cola ante los que me dan, a los que no me dan les ladro y los malos, los muerdo”.
61 Estaba recogiendo higos de una higuera, y como el guarda le dijese: “Anteayer en este árbol se ahorcó un hombre”, respondió: “Pues yo la estoy purificando”. Viendo a un vencedor olímpico que miraba mucho a una ramera, dijo: “¡Mirad a ese carnero belicoso, que es llevado por el cuello por una chiquilla cualquiera!”. De las putas hermosas decía que son semejantes al aguamiel envenenado. Comiendo una vez en la plaza, la gente que allí estaba no dejaba de llamerle “perro” constantemente; pero él les replicó: “Perros sois vosotros que me incordiáis mientras como”. A dos mariconzuelos que se escondían de él, les dijo: “no temáis, que el perro no come verdura”. Preguntado que de dónde era un muchacho que se había prostituido, respondió: “burdelense”.28
62 Viendo que uno que había sido boxeador muy flojito ejercía de médico, dijo: “¿Qué pasa? ¿es que ahora quieres derrotar a quienes te vencieron?” Viendo que el hijo de una puta tiraba piedras a la gente, dijo: “Ten cuidado no le pegues un cantazo a tu padre”. A un muchacho que le enseñaba el cuchillo que le había regalado su amante, le dijo: “El cuchillo es bello, lo feo es el mango por donde lo agarras”. Cuando algunos elogiaron a quien le había ayudado en algo, dijo: “¿Y no me alabáis a mí, que fui digno de recibirlo?”. Como alguien le pidiese su capa, dijo: “Si me la regalaste es mía; y si me la prestaste, la estoy utilizando”. Un bastardo prohijado le dijo que llevaba oro en la capa, y le respondió: “Verdad es, por eso me acuesto sobre él”.
63 Preguntado qué provecho había sacado de la filosofía, respondió: “Aunque no sea para nada más, por lo menos me sirve para estar preparado para cualquier fortuna”. Preguntado de dónde era, dijo: “soy ciudadano del mundo”.29 Como unos ofreciesen sacrificios a los dioses para tener hijos, les dijo. “¿Y no sacrificáis para que sea de buena clase?” Habiéndosele pedido alguna vez que contribuyese a un banquete pagando un tanto, dijo al que presidía el convite: “A otros pídeles paga/ pero de Héctor aparta tu mano”. De las putas decía que son reinas de los reyes, pues les piden lo que les da la gana”. Al honrar por decreto los Atenienses a Alejandro como Dioniso, dijo: “Pues a mi hacedme Serapis”. 30 A uno que le reprochaba que entrase en lugares impuros, le contestó: “También el sol entra en los retretes y no se ensucia”.
64 Cuando estaba comiendo en un templo, de pronto le pusieron delante unos panes que no eran de harina pura, los tomó y los arrojó, diciendo: “nada impuro debe entrar en lugar sagrado”. A uno que le dijo: “filosofas sin saber nada”, le respondió: “Aunque solo esté fingiendo la sabiduría, eso también es filosofar”. A uno que le presentó a su hijo diciéndole que era un chico muy inteligente y de buen carácter, le respondió: “¿Entonces, para qué me necesitas?”. Solía decir que “quienes predican la virtud y no la practican son como la cítara que tampoco oye ni siente nada.”. Solía entrar en el teatro cuando los demás estaban saliendo; y cuando le preguntaron por qué lo hacía, respondió “Es lo que procuro hacer toda mi vida”.
65 Viendo una vez a un joven que se afeminaba mucho, le dijo: “¿No te da vergüenza hacerte tu mismo peor de lo que la naturaleza te hizo? Pues ella te hizo varón y tú te fuerzas a ser mujer” Viendo a uno que era un insensato afinando un salterio, le dijo: “¿No te da vergüenza templar los sonidos de este leño y no templar tu alma para la vida?” A uno que decía que era inútil para la filosofía, le dijo: “Entonces, ¿para qué vives si no piensas en vivir bien?” A uno que trataba despreciativamente a su padre, le dijo “¿no te de vergüenza menospreciar a aquél gracias a quien has podido ser insolente?” Viendo a un hermoso joven diciendo palabrotas, dijo: “¿No te de vergüenza sacar de una vaina de marfil un cuchillo de plomo?”.
66 Como alguien le reprochara que estaba bebiendo vino en una taberna, respondió: “también me corto el pelo en la barbería”. Afeándole alguien que aceptara una capa demasiado pequeña de Antípatro, dijo: “no deben desdeñarse de los dioses los dones suntuosos”. A uno que le empujó con una viga y le dijo luego: “¡cuidado!”, lo golpeó con un bastón y le dijo luego “¡cuidado!” A uno que asediaba con súplicas a una putita, le dijo. “¿Porque quieres tener éxito, desgraciado, en una cosa en la que más vale fracasar?” A uno que se estaba perfumando le dijo: “procura que la fragancia de tu cabeza no cause el hedor de tu vida”. Decía que los esclavos sirven a sus amos y los hombres malos a sus deseos.
67 Preguntado por qué a los esclavos se les llamaba “andrópodas” [los que tienen pies de hombre], dijo: “Porque tienen los pies de hombre y el alma como tu que me lo preguntas”. Pedía una mina a un malgastador, y al preguntarle éste por qué a otros les pedía un óbolo y a él una mina, le respondió: “Porque de los otros espero volver a recibir otras veces, pero, tratando de ti, los dioses sabrán si he de volver a recibir algo”. 31 Como alguien le objetó que estaba pidiendo limosna, mientras Platón no hacía tal, dijo: “Él también pide, solo que acerca la cabeza, para que los demás no lo conozcan”. Viendo a un arquero inepto, se sentó junto al blanco diciendo “No vaya a ser que me des a mí”. De los amantes decía que son desdichados por placer.
68 Preguntado si la muerte es un mal, dijo: “¿cómo ha de ser un mal, si cuando está presente no la sentimos?”. A Alejando, que se plantó delante de él y preguntó: ¿No me temes?”, le contestó: “Pero ¿qué eres? ¿Un bien o un mal?” Y como aquél le respondió. “Un bien”, dijo: “Entonces, ¿quién puede tenerle miedo a un bien?” Decía que la educación era: “templanza de jóvenes, consuelo de viejo, riqueza de pobres y ornato de ricos”. A Dídimo, adúltero famoso, que curaba un ojo enfermo a una muchacha, le dijo: “Ten cuidado que al curarle el ojo a la doncella no vayas a corromper la pupila”. Diciéndole uno que sus propios amigos estaban tramando contra él, dijo: “Y que le vamos a hacer, si ya habrá que tratar a los amigos como a los enemigos”.
69. Preguntado sobre qué es lo más bello entre los hombres, dijo: “la libertad de palabra” :32 Al entrar en una escuela y viendo numerosas estatuas de las Musas, pero pocos alumnos, dijo: “Gracias a las diosas, maestro tienes muchos alumnos”.33 Acostumbraba a hacerlo todo en público, lo mismo las obras de Démeter que las de Afrodita con argumentos como estos: “Si el comer no es nada absurdo, tampoco lo será comer en el foro; es así que el comer nada tiene de absurdo; luego no lo es en el foro”. Haciendo a menudo con las manos operaciones indecentes, decía: “Ojalá, que frotándome el vientre también dejase de tener hambre”. [Al anunciarse que Filipo iba a atacar Corinto, y estando todos ocupados en faenas y trajines, él iba haciendo rodar su tinaja: Como algunos le preguntaron “¿Por qué haces eso, Diógenes?”, dijo: “es que al estar todos trabajando sería absurdo que yo no hiciese nada, así que voy haciendo rodar la tinaja a falta de mejor cosa. Viendo a un joven hermoso, que iba constantemente arriba y abajo, saltando sin ton ni son, dijo: “Meriones, pronto a ti, por muy buen danzarín que tu seas/ mi lanza te habrá parado de firme, con tal que te diera.”]34 Se le atribuyen también otros dichos, que sería largo enumerar, pues son muchos.
70 Decía que el ejercicio35 se realiza de dos maneras: uno en el cuerpo y otro en el alma y que es imperfecto el uno sin el otro y que ambos juntos convienen tanto alma como al cuerpo. Y expuso pruebas de lo fácil que es tener una destreza fuera de lo común en la virtud mediante el entrenamiento, pues los atletas y los flautistas mejoran y sobresalen unos por encima de otros por ejercitarse constantemente en su oficio, y que si estos hubiesen trasladado al alma su entrenamiento no se esforzarían de manera inútil y solo a medias.
71 Así concluía que nada absolutamente se perfecciona en la vida humana sin el ejercicio y que éste puede lograrlo todo. Siendo forzoso, pues, que quienes en lugar de los esfuerzos inútiles hayan escogido los que son conformes a la naturaleza sean felices y que quienes han elegido la insensatez sean desgraciados. Y, en efecto, el desprecio del placer mismo es de lo más placentero si es adquirido mediante el ejercicio, pues, así como los acostumbrados a vivir con placer difícilmente lo cambian por su contrario, así los que se han acostumbrado a vivir sin deleites, de buen grado los desprecian. Cosas tales decía y practicaba abiertamente, actuando como un falsificador de moneda, al no hacer caso ninguno de lo que mandan las leyes y costumbres, sino a lo que manda la naturaleza; y decía llevar el mismo género de vida que Heracles, no prefiriendo nada a la libertad.
72 Decía que todas las cosas pertenecen a los sabios, argumentándolo mediante razones como las que antes hemos mencionado, a saber: “Si todo les pertenece a los dioses y los dioses son amigos de los sabios, y puesto que todos los bienes de los amigos son comunes, entonces todo pertenece a los sabios”. Sobre la ley decía que sin ella no es posible vivir en sociedad; como la ciudad son los ciudadanos y sin ley no hay ciudadanos, luego la ley es indispensable en la civilización.”36 La nobleza de cuna, la gloria mundana y todas las demás cosas por el estilo las consideraba como apoyos de la malicia y concluía que solo la república basada en la naturaleza es buena en el universo. Decía también que las mujeres debieran ser comunes sin tener en cuenta el matrimonio, sino que cada cual usase de la pudiera persuadir y que, por consiguiente, también los hijos debieran ser comunes.
73 Decía que nada hay de malo en llevarse algo de un santuario, ni en comer cualquier animal y que ni siquiera es impío alimentarse de carne humana, como resulta fácil de ver en las costumbres extranjeras,37 y afirmaba que según el razonamiento recto y evidente, todo está en todo y de todo participa; pues en el pan hay algo de carne y en la verdura algo de pan y algo de los demás cuerpos en todas las cosas, pues, a través de ciertos poros invisibles, unas partículas penetran y se entremezclan en otras, según manifiesta en su Tiestes, si es que son suyas las tragedias que se le atribuyen y no de Filisco de Egina, su discípulo, o de Pasifonte, hijo de Luciano, de quien Faborino dicen en La Historia Varia que las escribió tras la muerte de Diógenes. La música, la geometría, la astronomía y demás las menospreciaba como inútiles y no necesarias.
74 Era de lo más hábil en enfrentamientos de palabra, como queda patente en lo que llevamos dicho.
Sobrellevó muy noblemente su venta como esclavo. En un viaje a Egina fue capturado por unos piratas, a los que mandaba Escírípalo; llevado a Creta y puesto en venta. Y preguntándole el pregonero qué sabía hacer, contestó “Gobernar hombres”. Entonces, señalando a cierto corintio vestido de púrpura, el mencionado Jeníades, “¡Véndeme a éste! Éste necesita un dueño”. En efecto, Jeníades lo compró y llevándoselo a Corinto, lo hizo preceptor de sus hijos y dejó en sus manos la administración de la casa. Y él la dejó en todo tan bien ordenada que aquel solía pasearse de un lado a otro dic, diciendo: “Un buen genio ha entrado en mi casa”.
75 Refiere Cleómenes38 en su libro titulado Pedagógico que sus amigos quisieron rescatarlo y que él los trató de necios, pues tampoco los leones, decía, eran esclavos de los que los mantienen sino estos de los leones: Pues lo propio de los esclavos es temer y las fieras son temibles para los hombres.
Era admirable su fuerza de persuasión, de modo que fácilmente embelesaba a cualquiera con sus palabras. Así se cuenta, por ejemplo, que un tal Onesecrito de Eguina envió a Atenas a uno de sus dos hijos, Anróstenes, que al escuchar a Diógenes se quedó en la ciudad. Tras éste mandó a su otro hijo, el mayor, el ya referido Filisco.
76 E igualmente éste se quedó allí. Cuando en un tercer viaje llegó él mismo y de igual modo se unió a sus hijos para filosofar en su compañía. Tal era la magia que ejercían las palabras de Diógenes. Tuvo también como discípulo a Foción, llamado en Honrado 39 y a Estilipón de Mégara y a numerosos hombres políticos.
Dícese que murió tras haber vivido cerca de noventa años. Sobre la forma de su muerte hay pareceres diversos. Pues unos refieren que después de haber comido un pulpo crudo tuvo un tremendo cólico y falleció a consecuencia de éste. Otros dicen que murió al contener la respiración y de esta opinión es Cércidas de Megalópilos [o Cretense], que en sus versos Meliambos dice: “Ya no está el de antes, el de Sínope/ el del bastón y del manto/ doblado viviendo a cielo raso”.
77 “Pero murió hincando fuertemente sus dientes en el labio/ y reteniendo el aliento de un mordisco/ de Zeus fuiste ciertamente hijo/ Diógenes, un perro, sin duda/ y perro celestial.”
Otros dicen que cuando trataba de repartir un pulpo entre unos perros, le mordió uno en un tendón de la pierna y cayó al suelo. Pero sus amigos, en cambio, según cuenta Antístenes en sus Sucesiones, conjeturan que detuvo la respiración.
Por entonces vivía en el Cranio, que es un gimnasio que hay a la entrada de Corinto. Según lo acostumbrado acudieron allí sus amigos y lo hallaron cubierto por su ropa y creyeron que dormía, aunque él era muy poco dormilón; así que tirando de un pliego del vestido vieron que había expirado y sospecharon que lo había hecho por escurrir la poca vida que le quedaba.
78 Entonces hubo una disputa entre sus amigos, según dicen, sobre quiénes le habían de enterrar, de manera que casi llegaron a las manos. Pero acudieron los padres de sus discípulos y otras personas influyentes y éstos lo enterraron cerca de la puerta que da al Istmo y levantaron en su honor una columna y sobre ella un perro en mármol de Paros. Después también los ciudadanos le honraron con una estatua de bronce, sobre la que se puso esta inscripción: “Hasta el bronce envejece andando el tiempo, pero tu fama/ toda la eternidad, Diógenes, no la borrará/ Pues tu solo diste lecciones de autosuficiencia a los mortales/ con tu vida y mostraste la senda del vivir más ligero.”
79 Hay también unos versos míos en metro proceleusmático: “Venga, Diógenes, dime que fatal azar al Hades te condujo/ La culpa, digo, fue de un perro que me arreó un mordisco.”
Dicen algunos que al morir encargó que le dejasen sin sepultura para que todos animales tuvieran parte de él, o bien que lo arrojasen a un hoyo cubierto con un poco de polvo. Otros que lo arrojasen al rio Ilisio para ser útil a sus congéneres. 40
Dimítrio dice en sus Homónimos que el mismo día murieron Alejandro en Babilonia y Diógenes en Corinto y que en la Olimpíada ciento trece era ya viejo. 41
80 Se le atribuyen los siguientes libros:
Diálogos: Cefalión, Ictias, El grajo, El leopardo, La plebe de Atenas, República, Tratado de Ética, De la riqueza, Amatorio, Teodoro, Hipsias, Aristarco, Sobre la muerte
Cartas.
Y siete tragedias: Helena, Tiestes, Heracles, Aquiles, Medea, Crisipo, Edipo.
Pero Sosícrates en el libro primero de sus Sucesiones y Sátiro en el libro cuarto de las Vidas afirman que nada de todo esto es de Diógenes. Las tragediuchas según Sátiro son de Filisco de Egina, buen amigo de Diógenes. Soción en su libro séptimo dice que solo son de Diógenes las siguientes obras: De la virtud, Del bien, Amatorio, El mendigo, Tolomeo, Pórdalo, Casandro, Cefalión, Filisco, Aristarco, Sísifo, Ganímides, mas los Dichos y Cartas.
81 Existieron cinco Diógenes. El primero, el de Aplonia, fue un filósofo de la naturaleza y empieza así su tratado: “Lo primero que ha de hacer quien va a escribir un tratado es proponer al principio de éste una base indiscutible”. El segundo, de Sición, que escribió unos libros sobre el Peloponeso. El tercero fue éste de quien hablamos. El cuarto fue un estoico, natural de Seleucia, pero a quien llamaban el babilonio, por la cercanía de ambos territorios. El quinto, de Tarso que escribió acerca de las cuestiones de poética.
Atenodoro en el libro VIII de sus Paseos dice de nuestro filósofo siempre iba muy limpio porque se untaba con aceite.
NOTES
1 “Pórdalo” es quien se echa pedos. No sería extraño que se tratase de un libro de Diógenes (o sobre él), obviamente perdido.
2 Se han encontrado en Sínope testimonios arqueológicos y monedas con la inscripción “IKESIO”, sin duda el padre de Diógenes. Las evidencias numismáticas permiten suponer que la tradición de un Diógenes “falsificador de moneda” tiene base histórica. Por analogía el cinismo es también una denuncia sobre la “falsificación” a la que lo real/natural es sometido por lo cultural/abstracto.
3 “Nomos” es la ley de la ciudad y “nomisma” es moneda y, a la vez, costumbre. El juego de la polisemia permite dudas sobre si Diógenes pretendía falsificar la moneda o cambiar (falsificar) la ley, el orden establecido.
4 Hacia el año 340.
5 Discípulo de Sócrates y creador de la escuela cínica. Como socrático defendía: “… que la virtud se puede enseñar, que los nobles son virtuosos, que la virtud basta por sí sola para para alcanzar la felicidad (…) Que la virtud está en las obras y no exige grandes razones ni estudios, que el sabio se basta a sí mismo, pues los bienes de otros también son los suyos; que la falta de fama es un bien parecido al dolor; que el sabio no regirá su vida de ciudadano con las leyes comunes, sino según la ley de la virtud; que se casará en razón de la procreación, cohabitando con las mujeres más hermosas y que también se enamorará, pues solo el sabio sabe a quien se debe amar” (Diógenes Laercio, VI, 10-11). Según DL (VI, 15), “Antístenes llevó a Diógenes a la impasibilidad, a Crates a la incontinencia y a Zenón a la paciencia, poniendo así los fundamentos de la convivencia ciudadana”.
6 Traducción controvertida; Bredlow da: “hasta que no me parezcas decir algo sensato” y García Gual: “mientras yo crea que dices algo importante”. Entre las clásicas en español preferimos la traducción de Ortiz por razones de coherencia del texto.
7 Ironía sobre la teoría platónica de las Ideas y del concepto platónico de participación (metaskhein).
8 En griego “parorysso” es excavar la tierra. Era una acción de los atletas que aplanaban el suelo para tenerlo preparado durante la lucha en los Juegos.
9 Juego de palabras: “anaperos” son los lisiados y “pera” es el zurrón o alforja, elemento que no podía faltar en un cínico.
10 La tragedia educaba a los ciudadanos en la convivencia; presentándose como alguien que concentra sobre él todas las maldiciones de la tragedia, se muestra como alguien al margen de la ciudad. Ser “a-polis” (sin patria, sin ciudad), y “a-oikos” (sin techo, sin casa) el filósofo puede ser paradójicamente libre.
11 La más célebre de las anécdotas de Diógenes, para mostrar el desapego al poder. La narran también Cicerón, Valerio Máximo y Arriano y, de hecho, era un cuento célebre en la antigüedad.
12 Alusión al comportamiento de Platón que tras ser vendido como esclavo por el tirano Dionisio regresó a Siracusa junto a quienes lo habían vendido.
13 “Atilios” en griego significa miserable.
14 Acabará por ir también a la cárcel o al patíbulo.
15 En el mundo griego un estornudo era considerado un buen presagio (“salud”).
16 Nemea además de ser célebre por sus Juegos, que rivalizaban con los de Olimpia, era también famosa por sus pastos.
17 Tiranicidas atenienses del siglo VI que en 514 dieron muerte a Hiparco, hijo de Pisístrato.
18 Dionisio II, tirano de Siracusa y vinculado al pitagorismo.
19 Juego de palabras entre el nombre del centauro Quirón y “xeiron”, peor.
20 En griego “didimoi” son los cojones. “Dídimos” son también los gemelos.
21 Aquí se hace referencia, como en las dos citas anteriores, a un texto de la Ilíada.
22 Crítica a la teoría platónica de las Ideas.
23 Este pasaje, uno de los más referidos sobre Diógenes, falta, sin embargo, en muchos códices y, en cambio, se encuentra en Eliano, lo que ha dado lugar a diversas polémicas sobre su autenticidad.
24 Juego de palabras: en griego “comer” es “trophé” y “funeral” es “taphé”.
25 Poeta ateo del siglo V.
26 Juego de palabras con los nombres de dos centauros, Euritión, el centauro ebrio que provocó la batalla entre lápitas y centauros y la palabra “xeirón”, en griego “peor”, que suena como Quirón, el sabio centauro preceptor de Aquiles, Jasón y Ascelepio.
27 Célebre prostituta.
28 “Tegea” era una ciudad griega, pero la palabra también significa “de burdel”.
29 La interpretación de este texto, que a algunos puede parecer muy obvia –pues no les plantea problema el concepto de “ciudadano del mundo– resulta, sin embargo, muy complicada cuando se piensa en categorías griegas. El “cosmos” es el universo y pertenece a la naturaleza. No hay ciudades en el cosmos, sino leyes de la física y estado de necesidad. En consecuencia, para un griego ser “cosmopolita” quiere decir ser ciudadano de ningún lugar – y no ”de todos los lugares”, como se interpreta a veces precipitadamente, cuando no se comprende que en realidad Diógenes era un desarraigado, no un cosmopolita en sentido moderno.
30 Dios de origen egipcio que tenía a su lado un animal con tres cabezas, de perro, de león y de lobo.
31 Una dracma son seis óbolos y una mina cien dracmas.
32 En griego es “parresia”, que algunos traducen también por “sinceridad”, por “palabra franca” o por “libertad de expresión”, y que etimológicamente significa “decirlo todo”. Tener “parresia” es lo que distingue al hombre libre del esclavo. Es el principio moral más arraigado en el cinismo.
33 La redacción es lo suficientemente ambigua como para que se pueda pensar irónicamente que el maestro tenía también a las musas como alumnas.
34 Este pasaje se halla tan solo en el Excerptum Vaticanum y sus apógrafos.
35 “Ejercicio” traduce “ascesis”, actitud vital fundamental para un cínico que se ejercita en la virtud como un atleta. Sin embargo, el concepto de “ascesis” no se encuentra en Antístenes.
36 El texto parece contradictorio con la doctrina cínica –por demasiado moderado– por lo que se ha sugerido que podría ser una interpolación o que alguien se confundió con una cita de Diógenes de Babilonia.
37 La atribución de canibalismo a toda cultura extranjera o bárbara es un tópico que procedente de Heródoto llegó hasta Montaigne.
38 Posiblemente el filósofo cínico discípulo de Métrocles.
39 Polítoco ateniense (402-318), discípulo de Platón y adversario de Demóstenes. Era partidario de llegar a acuerdos con Macedonia y murió ejecutado.
40 El Ilisio no es un rio de Corinto, sino de Atenas, lo que permite dudar sobre dónde murió realmente Diógenes.
41 Olimpiada que va entre los años 323-325. Así la vida de Diógenes debió transcurrir aproximadamente entre los años 405 y 328.