CONVERSACIÓN
CON HEIDEGGER
Frederic de Towarnicki / Jean-Michel Palnier
L’Express,
nº 954, 20-26 octubre de 1969
Traducido
por Julio Díaz Báez.
Revista Palos de la Crítica, nº 4 ½; abril
septiembre de 1981 (México).
P. Se lo considera a usted como el último filósofo
de la tradición occidental, aquel con quien termina esta
tradición, y también como el que ha pretendido abrir
una nueva manera de preguntar.
Hoy
día la crisis de la universidad está acompañada
de una gran desconfianza en cuanto al sentido mismo de la filosofía.
Para muchos ésta ya no tiene más razón de
ser, ha llegado a ser inútil...
H.
Pero éste ha sido siempre mi pensamiento. En mi curso “Introducción
a la Metafísica” de 1935, ya lo había sostenido:
la filosofía es siempre intempestiva. Es una locura.
P.
¿Una locura?
H.
La filosofía es esencialmente intempestiva puesto que le
corresponden aquellas cosas originales cuyo destino es no poder
encontrar resonancias inmediatas.
P.
¿Qué representa, pues, la filosofía?
H.
Es una de las raras posibilidades de existencia autónoma
y creadora. Su tarea original es la de hacer las cosas más
pesadas y difíciles.
P.
¿Puede entonces, según usted, jugar un papel en
la transformación del mundo, como lo pretendía Karl
Marx?
H.
La filosofía no puede jamás de una manera inmediata
aportar las fuerzas o crear las formas de acción y las
condiciones que susciten una acción histórica.
P.
Pero, entonces, cuál es su sentido?
H.
No es un “saber” que se pueda adquirir y utilizar
directamente. No concierne jamás sino a un reducido número
de personas. No puede ser apreciada por criterios comunes. No
se puede hacer nada con ella: por el contrario, es ella la que
puede hacer algo de nosotros si nos comprometemos con ella.
P.
Puede precisar mejor lo que quiere decir?
H.
En el curso de su desarrollo histórico, los pueblos se
hacen siempre muchas preguntas. Pero es solamente la pregunta
“¿por qué es el ser y no más bien la
nada?” la que ha decido todo el destino del mundo occidental:
a través de las respuestas que le fueron dadas por los
presocráticos hace más de dos mil quinientos años.
Y sin embargo, el sentido de esta pregunta no inquieta más
a nadie.
P.
Usted afirma que estar preocupado por la esencia del mundo presente,
es meditar la sentencia de los pensadores presocráticos:
Parménides, Heráclito...
H.
Si, pero hoy en día, en Alemania o en otros lugares, se
les lee poco.
P.
¿Qué lazo nos une, según usted, a estos pensadores
tan lejanos?
H.
En mi curso “Introducción a la Metafísica”
he mostrado por qué todas las preguntas de la filosofía
comenzaron con ellos. Es en sus sentencias poéticas en
donde ha nacido el mundo occidental.
P.
¿Y la técnica moderna?
H.
Yo he escrito que la técnica moderna no ha sido completamente
extraña a la Antigüedad, en donde encuentra su origen
esencial.
P.
¿Es verdad que después de 1907, sin ninguna excepción,
dedica una hora al menos a los pensadores y poetas griegos: Homero,
Píndaro, Empédocles, Sófocles, Tucídides?
H.
Todos los días, salvo durante los años de guerra.
P.
Piensa que es necesario retornar a las fuentes del pensamiento
griego?
H.
¿Retornar? ¿Un renacimiento moderno de la Antigüedad?
Sería absurdo y, de otra parte, imposible. El pensamiento
griego no puede ser más que un punto de partida. La relación
del pensamiento griego con nuestro mundo moderno no ha sido jamás
tan presente.
P.
¿Esta reticencia en interrogar la tradición, no
tiene que ver con las necesidades del mundo moderno?
H.
¿Cuáles necesidades?
P.
En particular, esa oposición radical que, después
de Marx, separa una visión teorética del mundo de
una visión práctica que quiere transformarlo.
H.
¿La onceava tesis sobre Feuerbach? Hoy en día, la
acción sola no cambiará el estado del mundo sin
primero interpretarlo.
P.
Pero, en este momento, se interroga con mayor gusto a Marx, Freud
o aún a Marcuse, que a Parménides y Heráclito.
H.
Es lo que yo digo.
P.
¿Es ese lazo entre la metafísica de los griegos
y la técnica moderna lo que usted quiere señalar
cuando dice que de alguna manera la bomba atómica había
comenzado a explotar en el poema de Parménides hace más
de dos mil quinientos años?
H.
Sí, pero es necesario desconfiar de las fórmulas
sacadas de su contexto. Pienso, en efecto, que es en el poema
de Parménides, en la pregunta que él instaura, que
se pone en marcha la posibilidad de la ciencia futura. Pero lo
peligroso de la fórmula seria el de hacer creer que se
trata aquí de un proceso ineluctible, de una necesidad
fatal de tipo hegeliano.
P.
¿La historia habría podido tomar otro curso?
H.
¿Cómo saberlo? Para mí, nada es fatal. La
historia no obedece a un determinismo de tipo marxista. Al igual
que la filosofía o la política. Los físicos
que han buscado las leyes de la fusión nuclear no han pretendido
por eso fabricar la bomba atómica. Y, sin embargo, es lo
que se ha hecho.
P.
¿Es verdad que ha dicho hablando de su obra “Ser
y Tiempo”: “Es un libro en el cual habría querido
ir más lejos”?
H.
Lo dije. Pero no quiero decir que haya avanzado más hoy
día. Sino que lo que planteo hoy, no podía hacerlo
en aquella época, es decir, abordar la pregunta por la
esencia de la técnica, su sentido en el mundo moderno.
En suma, he necesitado para ello treinta años más.
P.
¿Se considera a veces como un desdeñador de la técnica
y del mundo moderno?
H.
Esto es absurdo. Lo que importa es el futuro.
P.
Usted ha sido el primero en hablar de la “era de la técnica
planetaria” ¿Qué entiende por esto?
H.
La era planetaria, la era atómica, son expresiones que
designan el alba de los tiempos que han de venir. Nadie puede
prever lo que serán. Nadie puede saber lo que será
entonces el pensamiento.
P.
¿La época de la técnica planetaria marca
el fin de la metafísica?
H.
No. No es sino su realización. Sin Descartes el mundo moderno
habría sido imposible.
P. ¿Cómo entiende el problema de la técnica?
H.
Sea que se la maldiga o que se la glorifique, de esta manera no
podrá jamás concebirse como realmente es. Es necesario
cuestionarla.
P.
¿Qué quiere decir con “cuestionar la técnica”?
H.
Cuestionar, como le he dicho, es trabajar en un camino, construirlo.
Cuestionar la esencia de la técnica es construir una libre
relación con ella. La técnica no es la misma cosa
que la “esencia” de la técnica.
P.
¿Qué entiende por “esencia”?
H.
La esencia de un árbol no es un árbol que pueda
encontrarse entre los otros árboles.
P.
¿Y si no pensamos esta esencia de la técnica?
H.
Entonces seremos encadenados y privados de la libertad, ya sea
que la afirmemos con pasión o que la neguemos. Puesto que
la técnica no es algo neutral. Es justamente cuando creemos
que es algo neutral cuando quedamos atrapados en lo peor de ella.
P.
Según usted, ¿el mundo moderno aún no ha
“pensado” la técnica?
H.
He escrito en una conferencia: “A fuerza de técnica
aún no percibimos el ser esencial de la técnica,
como a fuerza de estética, no preservamos más el
ser esencial del arte”.
P.
¿La técnica es para el hombre el supremo peligro?
H.
Usted conoce las palabras de Hölderlin: “Pero allí
donde crece el peligro, crece también lo que salva”.
P.
Usted habla de Hölderlin como del “poeta de los tiempos
de angustia”, sin embargo, Nietzsche, según usted,
¿no pertenecería a este tiempo?
H.
Nietzsche es sin duda el último gran pensador de la metafísica
occidental.
P.
¿Por qué el último?
H.
Nietzsche ha puesto la pregunta fundamental de los tiempos modernos
al preguntarse por el Superhombre. Ha reconocido la llegada de
tiempos donde el hombre se apresta a extender su dominio sobre
toda la tierra, y se pregunta si es digno de una tal misión,
o si su esencia no debe ser igualmente transformada. A esta pregunta,
Nietzsche ha respondido: “El hombre es una cosa que debe
ser sobrepasada, convertirse en el Superhombre”.
P.
¿Este pensamiento de Nietzsche no ha sido el más
desfigurado de toda la filosofía?
H.
En un curso sobre Nietzsche he escrito que todo pensamiento esencial
atraviesa intacto la muchedumbre de sus detractores
P.
¿Nuestra época le parece particularmente importante?
H.
Nietzsche escribía en 1886: “Jugamos la carta de
la verdad... La humanidad es posible que se encuentre en ella
la muerte. Y bien ¡que sea!”.
P.
¿Cómo concibe la relación de la ciencia con
la filosofía?
H.
Es una pregunta muy difícil. La ciencia está en
vías de extender su poder a toda la tierra. Pero la ciencia
no piensa. Pues su marcha y sus medios son tales que no puede
pensar.
P.
¿Es un defecto?
H.
No, una ventaja. En tanto que no piensa es como la ciencia puede
establecerse y progresar en sus dominios de investigación.
P.
Sin embargo, hoy día, se tiende a identificar el pensamiento
mismo con la ciencia.
H.
No es sino hasta cuando el abismo que separa la ciencia del pensamiento
logre al fin ser reconocido, que la relación entre la ciencia
y el pensamiento será auténtica.
P.
Usted dice: “La ciencia no piensa”. ¿No es
una afirmación ofensiva?
H.
Ciertamente, pero la ciencia no logra nada sin el pensamiento.
Y como lo he repetido en mi enseñanza: la cosa más
importante de nuestra época es que no pensamos aún
verdaderamente?.
P.
¿Qué quiere decir?
H.
Es posible que después de siglos el hombre haya actuado
demasiado y pensado muy poco. En un mundo que da cada vez más
que pensar, el pensamiento no siempre existe.
P.
La oposición que existe actualmente entre “teoría”
y “práctica”, o mejor “praxis”,
¿le parece definitiva?
H.
¿Quién sabe realmente qué es la “praxis”,
la práctica? Hoy día se la confunde frecuentemente
con las recetas. Para los griegos la teoría misma era la
más alta práctica.
P.
¿Dónde se sitúa en el tiempo? ¿Muy
adelante?
H.
O puede ser que muy atrás en el pasado... “Lo más
antiguo del pensamiento está detrás de nosotros
y sin embargo permanece vivo”. Nosotros llegamos demasiado
tarde para los dioses y muy tempranamente para el Ser.
P.
Un cuarto de siglo nos separa de la aparición de su obra
principal “Ser y tiempo”. ¿Piensa que se le
comprende mejor ahora?
H.
No lo sé. No he seguido todos los trabajos que se me han
dedicado. En los Estados Unidos se prepara una edición
completa de mis obras. Pero a veces no me reconozco en ciertas
interpretaciones americanas.
P.
Se habla poco de usted en Alemania, sin embargo se puede comprobar
que conserva una influencia considerable. Se le encuentra en muchas
investigaciones pero sin que se lo cite.
H.
Tanto mejor, no tiene importancia. Mi hermano me hace reír;
él llama a eso la cleptomanía.
P.
En una bibliografía aparecida en 1945 y en donde se citan
más de 820 trabajos consagrados a su obra, el editor cree
poder predecir que el interés que su obra suscita decaerá
netamente en el mundo.
H.
Sí, y lo divertido es que los textos consagrados a mis
trabajos se han triplicado desde entonces. Se me ha dicho que
sobrepasan, creo, los 3.000.
P.
¿Ha seguido las investigaciones de su antiguo alumno Herbert
Marcuse?
H.
Herbert Marcuse preparó en Freiburg, bajo mi dirección,
su tesis sobre Hegel en 1932. Es un buen trabajo. Después,
no he seguido todas sus investigaciones. Leí “El
hombre unidimensional”.
P.
Algunos han creído encontrar relaciones entre las preguntas
de Marcuse y su problemática.
H.
No es imposible.
P.
Marcuse reconoce, por ejemplo, que la técnica moderna no
es una simple acumulación de máquinas sino un orden
planetario. Que el hombre está actualmente más entregado
a él de lo que en realidad lo domina.
H.
Yo lo he escrito frecuentemente.
P.
Y la pregunta que Marcuse hace es la del destino en el seno de
esta dominación. La técnica es para él una
forma de existencia mundial que hace de toda la vida una esclavitud
al trabajo.
H.
Sí, esto es Heidegger. He escrito en el mismo sentido,
que el totalitarismo no es una simple forma de gobierno, sino
más bien la consecuencia de esa dominación desenfrenada
de la técnica. El hombre está hoy día abandonado
al vértigo de sus fabricaciones.
P.
¿Piensa que Marcuse ha desarrollado, en definitiva, en
una perspectiva revolucionaria, lo que usted piensa de la dominación
de la técnica planetaria?
H.
Sin duda. ¿Pero no es necesaria también la pregunta
por la esencia de la técnica?
P.
¿Un encuentro de Marx y Heidegger es posible?
H.
Sobre el terreno mismo de mi problemática no lo creo. La
pregunta del Ser no es la pregunta de Marx. Esto no quiere decir
que la obra de Marx sea menos importante que la de Hegel, o extraña
a la metafísica. El ser está pensado por Marx como
Naturaleza a la que es necesario doblegar, dominar. Marx sigue
siendo el más grande de los hegelianos.
P.
¿Lee continuamente a Marx?
H.
Releí recientemente sus escritos de juventud. Por otra
parte he seguido los trabajos de mi discípulo Landshut
que los publicó en 1931. Tenía la intención
de hacer sobre estos textos, el pasado verano, un seminario privado,
con algunos profesores de las democracias populares que me lo
pidieron.
P.
¿Y Freud?
H.
El psicoanálisis es una disciplina muy importante. Lo veo
sobre todo como terapia. Pero sus posiciones filosóficas
son insostenibles.
P.
¿Porqué?
H.
Porque ellas biologizan la esencia del hombre. Relea “Más
allá del principio del placer” de Freud.
P.
Hoy en día es la práctica la que parece interesar
mucho más a los hombres que una meditación sobre
la esencia del hombre.
H.
Lo sé bien.
P.
Una vez más, ¿piensa que entre el Marxismo y su
filosofía pueden darse puntos de encuentro en el futuro?
H.
Puede ser, ¿por qué no? Pero no sabría decir
cómo. He recibido cartas, lo mismo que visitas, de intelectuales
de países socialistas: checos, polacos, yugoslavos, rusos...
P.
Usted dijo alguna vez: “En lo referente al futuro, tengo
más esperanzas en el socialismo que en el americanismo”.
¿Lo piensa aún?
H.
Ciertamente.
P.
¿Se le ha preguntado alguna vez si escribiría una
“Ética”, una doctrina de la acción?
H.
¿Una “Ética”? ¿Quién se
puede permitir hoy día, y a nombre de qué autoridad,
proponer una al mundo?
P.
Usted ha escrito: “El ser humano es su propia posibilidad”.
Tema desarrollado por Jean-Paul Sartre en “El Ser y la Nada”.
H.
Frecuentemente Sartre ha interpretado mi pensamiento en un sentido
marxista. El hombre es su propia posibilidad, pero no puede “producirse”
él mismo,
P.
Se le ha reprochado algunas veces la distancia que parece tomar
con relación a los sucesos de la historia mundial.
H.
El pensamiento está siempre un poco solitario. Cuando se
lo compromete se lo puede desviar. Le diré una cosa. Lo
aprendí en 1933 durante mi rectorado, en un momento trágico
de la historia alemana. Me sentí engañado ¿Un
filósofo comprometido es aún filósofo? La
manera como realmente la filosofía actúa sobre los
hombres y la historia, el filósofo mismo ¿qué
sabe de ello? La filosofía no se deja organizar.
P. Se habla frecuentemente de una influencia que habría
ejercido sobre usted –y en particular sobre la génesis
de “Ser y Tiempo”– la obra del marxista húngaro
György Lukács.
H.
Creo que no soy muy estimado por Lukács.
P.
No obstante se han hecho cursos en París sobre el tema
“Heidegger y Lukács, puntos de convergencia y divergencia”.
H.
Me siento sorprendido. Me dan deseos de reír. En el número
de Der Spiegel de marzo de 1966, Lukács me trata de filósofo
fascista. De otra parte no me acuerdo de haber leído a
Lukács antes de escribir “Ser y Tiempo”. No,
no lo leí.
P.
¿Y él lo leyó a usted en esa época?
H.
Pues no lo sé.
P.
¿Ha sido frecuentemente atacado?
H.
Muy poco de una manera filosófica. De todos estos ataques
me pregunto, por otra parte, si permanece algún trabajo
que cuente. Y usted conoce las palabras de Valéry: “Cuando
no se puede atacar un pensamiento, se ataca al pensador”.
P.
¿Estas controversias continúan aún?
H.
No se extinguirán sino hasta mi muerte. Después
de todo Heidegger no tiene ninguna importancia. El futuro pertenece
al conjunto de investigaciones. ¿Se sabe, por ejemplo,
el nombre de los artistas de las catedrales? Pero ninguna persona
leería hoy uno de mis libros si no estuviera firmado por
Heidegger. La mayor parte de la gente cree, por otra parte, que
estoy muerto. Malentendidos hay muchos. Se ha llegado a escribir
que redacté “¿Qué es la metafísica?”,
practicando sky en la Selva Negra.
P.
¿Estos malentendidos le molestan?
R.
Tengo la impresión que es Heidegger el que molesta.
P.
¿Qué quiere decir?
R.
Lo esencial es que mi trabajo si tiene alguna importancia continúe
su camino. No será lo mismo con mi nombre. Es lo que vale
de mi pensamiento lo que permanecerá o no en el futuro.
P.
A través de toda su vida no ha hecho sino una sola pregunta:
la del Ser. ¿Una tal pregunta le parece hoy día
tan primordial?
H.
Sí, guarda todo su sentido.
P.
Esta pregunta del Ser ha decidido todo su camino como pensador.
¿Cómo un tal camino se ha delineado?
H.
Yo mismo no sabría decirlo. Otros lo hacen. No sé
si tengan razón en lo que dicen de mí.
P.
¿Es posible repetir a Heidegger?
H.
En ningún caso. Lo que es necesario, no es imitarme, sino
que cada uno haga sus propias preguntas. No existe ningún
interés de seguir a Heidegger. Es necesario, o bien prolongar
mi problemática en otras direcciones o bien contradecirme.
P.
“Es necesario pensar a Heidegger contra Heidegger”...
decía usted en su curso.
H.
Y es lo que siempre he tratado de hacer yo mismo. Durante 30 años
no he hecho un solo curso sobre Heidegger.
P.
¿Aunque se hable de “filosofía heideggeriana”?
H.
He dicho: la filosofía heideggeriana no existe. Desde hace
60 años he tratado de comprender lo que es la filosofía
y no de proponer una.
P.
Se ha tratado a veces de acercarse al desarrollo de su pensamiento
a partir de las influencias que ha sufrido, ¿qué
piensa al respecto?
H.
He sido influenciado sobre todo por la tradición. Pero
este modo de elucidación es típicamente universitario.
“Heidegger y Hegel”, “Heidegger y Scheling”...
Si se creyera a ciertos comentadores al tomar a Aristóteles,
Husserl, Brentano y combinarlos, se obtendría “Ser
y Tiempo”. Es cómico.
P:
¿Cómo concibe la tarea que le corresponde hoy al
pensamiento?
H.
Me es difícil desarrollar este punto, pues lo que he escrito
sobre esto no lo he publicado. Reencontrar la pregunta inicial
del Ser. Tal ha sido la marcha que ha suscitado “Ser y Tiempo”.
La segunda parte se debía titular “Tiempo y Ser”.
P.
Ha sorprendido frecuentemente una ruptura similar presente en
su obra. Se habla de un Heidegger I y de un Heidegger II. Bruscamente
sobreviene un cambio de estilo. Parece abandonar el camino árido
de la interrogación metafísica para interrogar a
los poetas, Hölderlin, Morike, Hebbel, Rilke y especialmente
Trakl.
H.
Ya lo he escrito: la filosofía y la poesía se encuentran
sobre montes opuestos, pero sin embargo dicen la misma cosa.
P.
¿Piensa que sea posible distinguir un Heidegger I de un
Heidegger II como lo hacen los comentaristas americanos?
H.
De ningún modo. El Heidegger II no es posible sino por
el Heidegger I, y el Heidegger I implica ya el Heidegger II
P.
¿Y su nuevo estilo, llamado poético, que sigue a
“Ser y Tiempo”?
H.
No es sino un recodo. Mi conferencia sobre “La esencia de
la verdad” es de alguna manera la unión. Al plantear
en mi obra la primera pregunta ignoraba cómo se plantearía
más tarde la segunda.
P.
¿Es verdad que usted dijo un día: “Antes de
300 años no me leerán con gusto”?
H.
Es posible. ¿Pero qué interés puede tener
esta pregunta?
P.
Digamos las cosas francamente. Muchos estudiantes abren sus libros
con la impresión de encontrarse frente a un pensamiento
tan difícil y tan inhabitual que les parece a veces que
allí se examinan ciertos problemas en el sentido inverso
de la enseñanza tradicional. Usted guarda silencio desde
hace tiempo. Solo ante sus libros, ¿no cree que el estudiante
puede encontrarse desamparado?
H.
Desgraciadamente, sí. ¿Pero, qué hacer? Existe
también el problema de las traducciones. ¿Cómo
controlarlas? Las traducciones japonesas he acabado por renunciar
a seguirlas. En cuanto a los estudiantes, muy frecuentemente,
no hacen sino tomar los conocimientos de allí y de acá.
¿Pero, pueden hacer algo muy diferente en la universidad
de hoy?
P.
No dicta más cursos. No dirige más seminarios. Sólo
quedan sus libros.
H.
Lo que más falta me hace es el diálogo con una docena
de estudiantes en los seminarios. Solamente entonces se puede
“hacer ver”, mostrar lo que es importante en la filosofía.
P.
¿Esto le parece esencial?
H.
Creo que no se practica mucho en Francia esta manera de trabajar:
un diálogo seguido para inducir, mediante el intercambio,
a todos los participantes a hacer frente a la cuestión
filosófica. Observe que en estos seminarios había
los ciegos, los que no lo lograban. Eran quienes más hablaban.
Yo les decía: “¿Pero qué es lo que
nos quieren decir?”. Entonces se iban a otra parte y no
volvían más. Hoy se habla demasiado. Se habla tanto
que cuando alguien trata de pensar, se lo señala con el
dedo y se dice de él: “Está sumido en la abstracción”.
P.
¿Ha seguido el movimiento mundial de los estudiantes y
la puesta en cuestión de la universidad?
H.
Estos problemas de la Universidad, en 1929 ya los había
enfrentado en “¿Qué es la metafísica?”.
Los estudiantes hoy en día se rebelan. Eso está
bien. ¿Pero, saben realmente lo que quieren? Lo que he
aprendido, después de largo tiempo, es que la Universidad
se ha convertido en un simple liceo, en una escuela. No permite
ningún aprendizaje, no permite sino una acumulación
de conocimientos. La vieja universidad está muerta, ha
sido sin duda una muerte necesaria.
P.
¿Qué piensa de las nuevas doctrinas que parecen
haber ganado las Universidades del mundo entero?
H.
Creo que la crisis que conoce hoy la universidad es capital. Pero,
repito, no es tan nueva. Muchos de los problemas que se debaten
actualmente, en Alemania y en otras partes, ya los había
conocido en mi juventud, al comienzo de la Segunda Guerra Mundial.
Pero el tiempo para hacer estas preguntas no había llegado
aún.
P.
Usted ha dicho: “Quien piensa en grande necesita equivocarse
en grande”. ¿En qué sentido hay que comprender
esta frase? ¿En el plan filosófico, político?
H.
En todo.
P.
En Francia ha habido importantes tentativas para disipar ciertos
malentendidos y restablecer la verdad a propósito de su
actitud en 1933, durante diez meses, frente al nuevo régimen.
H.
No lo había pedido. Pero son, paradójicamente, de
Francia los que han venido en mi ayuda en este terreno. En Alemania
es otra cosa y los ataques no cesarán. Pude ser, aquí
y allá, que sea necesario contar también con la
mala fe. Sartre ha escrito todo un capítulo sobre esto.
Se olvida la confusión trágica que existía
en 1933, la miseria, la desesperanza, las ilusiones... Me retiré
de todo esto al cabo de diez meses.
P.
Muchos de sus antiguos alumnos se acuerdan de los ataques que
usted lanzaba contra las teorías del nacional-socialismo,
de las condenas contra el racismo.
H.
Todo esto, para mí, está acabado. Lo que importa
es esta juventud de hoy, que se apasiona por los problemas nuevos,
que comienza un mundo nuevo. La estimo mucho y es lo realmente
interesante.
P.
Su única manifestación política oficial,
después de largos años, ha sido una firma protestando
contra el armamento atómico de la Bundeswehr en 1957. ¿Por
qué?
H.
He firmado, sí, un texto; pero no ha sido éste.
La protesta de que usted habla estaba limitada a los hombres de
ciencia, ocho profesores de Bonn. No fui, pues, invitado a hacerlo
por físicos como Heisenberg o von Weizzäcker.
P.
¿Von Weizzäcker no fue uno de aquellos que frenaron
la fabricación de la bomba atómica alemana deshaciendo
lo que hacía a medida que lo hacía?
H.
Sí. Y lo hacía en un valle del Danubio muy cercano
a mi pueblo natal: Messkirch.
P.
Su obra se cuenta sin duda entre las más difíciles
de este tiempo. Sin embargo ha encontrado en el mundo entero,
más allá de las fronteras ideológicas, sus
intérpretes y sus defensores. ¿Cómo entiende
que haya encontrado una tal audiencia?
H.
Las preguntas que he hecho son difíciles de evitar.
P.
Los pensadores japoneses dicen haber descubierto después
de largos años, profundas analogías entre su filosofia
del Ser y el pensamiento oriental.
H.
En efecto, algunos han venido hasta aquí. Su trabajo me
ha interesado mucho. Muchos me han escrito también que
mi obra representa para ellos una especie de ensayo de unión
entre el Este y el Oeste, Asia y Occidente.
P.
¿Está al corriente de las investigaciones filosóficas
que se efectúan hoy en Francia?
H.
No tengo, desgraciadamente, suficiente tiempo de leer todos los
libros que recibo. Además está el inconveniente
del lenguaje. Sartre me visitó en otro tiempo.
P.
Es a través de su libro “El Ser y la Nada”
como muchos lo descubrieron a usted en Francia después
de la liberación. Y también el existencialismo le
ha hecho su “padre”.
H.
El existencialismo es de alguna manera un contrasentido. Pero
Sartre no ha sido responsable. Lo estimo mucho. Para un filósofo
alemán es asombroso un hombre que sabe expresarse, a la
vez, filosóficamente y por medio de la novela, el teatro
y el ensayo. He sido muy sensible a esta facultad de los franceses.
Fue un príncipe japonés que trabajó en mi
casa hacia 1929 quien llevó mi obra a Sartre en París.
Por el contrario, no pude leer “El Ser y la Nada”
sino hasta 1945.
P.
¿Se ha interesado recientemente en otros trabajos filosóficos?
H.
Hoy día lo que se llama filosofía no es raramente
otra cosa que una calcomanía de ideologías técnicas,
que toman en préstamo los métodos propios de la
física y la biología. Eso no es ya una interrogación
filosófica auténtica.
P.
Los que siguen su marcha dicen de usted: “Lo que Heidegger
ha buscado ante todo, es aprender a pensar. A pensar con más
rigor, un poco como Sócrates. Y por esto su papel es importante”.
H.
Es posible.
P.
Entre los poetas ¿por qué ha interrogado especialmente
a Hölderlin?
H.
Porque Hölderlin no es solamente un gran poeta. Es de alguna
manera el poeta de la esencia misma de la poesía.
P.
¿Qué poeta francés prefiere leer?
H.
René Char. Me ha enviado recientemente sus poesías
ilustradas por Giacometti.
P.
¿El arte le parece importante?
H. Recuerde las palabras de Nietzsche que he citado: “Nos
queda el arte para no perecer ante la verdad”.
P.
Entre los artistas modernos, ¿cuál es para usted
aquel que parece haber aportado algo esencial?
H.
Con Cézanne, creo, alguna cosa comenzó. Admiro mucho
a Van Gogh, Braque... Un día me ofreció un cuadro.
P.
Los artistas hablan gustosos, hoy, de una nueva unión entre
el arte y la técnica.
H.
Arte y técnica, es un problema grande. En el arte de Grecia
el pensamiento está ya de alguna manera implicado.
P.
Se comienza a utilizar la cibernética en el arte moderno.
H.
Atención con la cibernética. Se verá que
no es tan simple.
P.
Se dice que hay dos cosas sobre las que usted rechaza responder
cualquier pregunta: aquello en lo que trabaja y el problema de
Dios.
H.
Prefiero que se lean mis escritos.
P.
¿Por qué vive tan retirado?
H.
Porque trabajo.
P.
¿No le gusta que se hable de usted?
H.
¿Para entrar en el gran circo, el teatro, el carnaval de
habladurías inútiles? Esto no es lo esencial.
P.
¿Ha renunciado definitivamente a toda vida pública?
H.
Se me invita frecuentemente a congresos, coloquios, al igual que
a ciertas ceremonias oficiales. He tenido que decir que no a todo.
Mi última conferencia sobre arte la hice en Atenas, seis
días antes del golpe de estado militar. La mayor parte
de mi audiencia debe estar en prisión. Aquí los
visitantes frecuentemente vienen a tocar a mi puerta. Vivo retirado,
pero el solitario no está forzosamente amargado.
P.
Usted dice que hoy día las verdaderas preguntas permanecen
desapercibidas, que los verdaderos problemas no son formulados.
¿Cree que en el futuro se los formulará?
H.
¿Quién Sabe? Es posible que en dos o tres siglos...