La
Vanguardia, Suplemento “Culturas”, Barcelona 4 de
agosto de 2004
(...) D. Gamper: ¿Tiene sentido el republicanismo
en una monarquía parlamentaria como la española?
Ph.
PETTIT: Es importante señalar que el republicanismo no
es antimonárquico. Tomemos el caso de Inglaterra, en donde
no era así. Para comprender el sentido profundo del republicanismo
vale la pena saber por qué está conectado con el
sentimiento antimonárquico. El concepto central del republicanismo
es de la libertad como no-dominación, es decir, la oposición
al amo. Y el amo más obvio es el monarca absoluto. De ahí
la vinculación entre republicanismo y oposición
a la monarquía. Pero el caso de la democracia constitucional
es otro, ya que en él el monarca no es una amenaza semejante.
No obstante, el otro día cuando hablé con Zapatero
le sugerí que para evitar ese matiz antimonárquico
podía utilizar también el término “civicism”,
en español “ciudadanismo”, un término
que señala el aspecto básico del republicanismo:
que no debe haber dominación.
¿Qué
discrepancias básicas señalaría entre el
republicanismo y la doctrina política imperante en Occidente,
el liberalismo político?
Hay
que distinguir entre las diversas concepciones del liberalismo
que se concretan en un amplio abanico de regímenes políticos.
En primer lugar, encontramos el libertarismo del gobierno mínimo
y de la individualidad máxima. No me parece un régimen
muy atractivo porque promueve unas desigualdades enormes, mucho
peores que las que existen actualmente, en definitiva, mucha dependencia.
Hay también el liberalismo de izquierdas representado por
Rawls, que se concreta en un régimen no muy alejado del
que tiene en mente el republicanismo. A mi parecer, sin embargo,
este liberalismo hace hincapié en los aspectos incorrectos.
Cuando los liberales de izquierdas argumentan que un régimen
así concedería una libertad igual a todos, un nivel
decente de vida para los pobres, cierta igualdad, etc. Una serie
de valores que conforman a fin de cuentas un popurrí. Por
el contrario, aunque el lugar al que quiere llegar el republicanismo
no es muy diferente de aquél al que quieren ir los liberales
de izquierdas, llega al mismo destino por un camino mucho más
sencillo, ya que empieza por una visión mucho más
simple y coherente de la vida social. Y se resume en el concepto
mencionado de libertad como no-dominación.
¿En
qué régimen político encontraría su
concreción el republicanismo?
Hay
que pensar tanto en la deseabilidad del régimen en cuestión
como en su realizabilidad. Existen, efectivamente, diversos regímenes
en los que se podría concretar el republicanismo. Si pensamos
en la socialdemocracia entendida como un régimen en el
que hay democracia, respeto por la libertad individual y redistribución
económica para lograr el bienestar de los desfavorecidos,
entonces pienso que la socialdemocracia sería un buen ámbito
para el desarrollo del republicanismo. Pero a partir de la base
republicana se podría llegar también a otras conclusiones.
¿Qué
concepción del ser humano se presupone en el republicanismo?
Las
doctrinas políticas siempre se comprometen con una determinada
imagen de la naturaleza humana. El republicanismo pone el énfasis
en la independencia en las relaciones entre los individuos. Al
mismo tiempo presupone que los seres humanos son esencialmente
sociales.
Pasemos
a una cuestión actual en el debate político: los
neoconservadores americanos ¿Piensa que estamos ante una
doctrina política sólida?
Primero
hay que preguntarse si el conservadurismo en general es una teoría
política. Su afirmación básica es que si
las cosas van bien no hay motivo para cambiarlas, porque no siempre
podemos predecir lo que sucederá si realizamos cambios,
ni sabemos qué cambios habría que realizar para
lograr los fines deseados, de modo que cualquier intento de cambio
puede crear más problemas de los que solventa. El conservadurismo
afirma también que deberíamos tratar nuestros acuerdos
sociales, nuestras instituciones, nuestra cultura, con cierto
grado de respeto. Deberíamos estar agradecidos por la estabilidad
que nos han concedido las instituciones, porque no hay muchas
instituciones que logren esa estabilidad. Así, en general
afirma que si hay que cambiar mejor hacerlo lentamente.
¿Es
este un rasgo propio de todas las formas de conservadurismo, incluido
el llamado neoconservadurismo?
En
cada caso particular el conservadurismo decide conservar cosas
diferentes. Los ingleses la Cámara de los Lores, en América
el Congreso y la separación Estado e Iglesia. Hay por tanto
diversas formas de conservadurismo en función de los países.
Por lo que se refiere a los “neocons” creen en el
valor de determinadas instituciones y valores americanos. En el
ámbito doméstico son conservadores tradicionales,
aunque tienden a estar bastante a favor de la religión,
lo cual no es realmente conservador, sino que debe ser considerado
como un aspecto independiente de la doctrina en sentido estricto.
Hasta aquí no habría necesidad de usar el prefijo
“neo”.
¿Dónde
radica entonces su novedad?
Lo
nuevo de estos conservadores parece ser el hecho de que están
dispuestos a ser conservadores en relación con América
y revolucionarios con el resto del mundo no occidental. Afirman
que hay unos valores que son los que realmente importan y de ahí
concluyen que es legítimo usar la fuerza para imponerlos.
Como doctrina es extraordinaria, una verdadera contradicción
en términos: ¡un conservadurismo colonizador! Por
lo que se refiere a su concreción política basta
con ver la invasión de Iraq. Los neoconservadores la siguen
apoyando a pesar de que se ha demostrado que no había armas
de destrucción masiva. Si lo comparamos con la actitud
de los conservadores en materia económica, que normalmente
no es demasiado arriesgada, vemos que los neocons adoptan una
actitud alcista en política exterior. Es una filosofía
política incoherente.
¿Cree
que se puede defender la pretensión neoconservadora de
imposición de la democracia?
Los
neocons se consideran a sí mismos los creadores de la ley
respecto a otras culturas. Es una filosofía, en el fondo,
muy ingenua. No se trata de americanos maliciosos, creo que en
general tienen buena voluntad, desean llevar el modo de vida americano
al resto del mundo. Es ingenuo porque creen que los otros pueblos
aceptarán la democracia como un regalo. No se dan cuenta
de que se están poniendo en el lugar del amo, de un amo
que a sus ojos es benigno, pero el amo benigno no deja de ser
un amo y eso entra en contradicción con la tradición
republicana de la que proceden. La sabiduría básica
del republicanismo es que a la gente no le gustan los amos, sean
benignos o no, los ven como fuente de sujeción y de ausencia
de libertad. La libertad no es algo que se pueda dar, hay que
exigirla, hay que luchar por lograrla.
¿El
ideal de no-dominación se puede aplicar también
a la situación en la que se encuentran muchos países
respecto de un mercado que no pueden controlar. ¿Qué
recetas ofrece el republicanismo frente a las consecuencias negativas
de la globalización?
Creo
que el republicanismo se puede aplicar de manera muy natural en
el ámbito internacional. Parto del principio de que tanto
en el ámbito doméstico como en el internacional
la dominación es mala. Pongamos el caso de dos países,
uno enorme y poderoso, EE.UU., y otro pequeño, la República
Dominicana. Podemos resumir sus relaciones mutuas en pocas palabras:
la República Dominicana está totalmente dominada
y debe comportarse de modo que el amo no se enfade, tiene que
ajustar su comportamiento a los deseos del amo, tiene que controlar
lo que dice, tiene que contentar, en definitiva, al señor.
Para evitar esta relación servil, es preciso que haya una
serie de estados intermedios, ni tan poderosos como EE.UU., ni
tan débiles como la República Dominicana, con suficiente
poder para ejercer una función limitadora del poder norteamericano.
¿Qué
hay de la economía mundial?
En
este ámbito, no hay duda de que las corporaciones multinacionales
constituyen una amenaza dado su enorme poder. Ni siquiera tienen
que amenazar a los Estados, ya que éstos hacen lo posible
para que las corporaciones no abandonen su territorio. Los Estados
facilitan cada vez más el trabajo de las corporaciones
reduciendo sus impuestos y adoptando medidas que van en su beneficio.
El único modo de reaccionr ante esto es la cooperación
entre Estados, de modo que conformen redes que los otorguen poder
frente a estas amenazas. Esto, sin embargo, es muy difícil,
porque siempre existirá la tentación para algunos
de los Estados de romper con los otros. Pero hay que encontrar
alguna solución, porque las multinacionales han venido
aquí para quedarse.
FRAGMENTOS
DE LA ENTREVISTA CONCEDIDA POR PH. PETTIT A “LA VANGUARDIA”
Y PUBLICADA BAJO EL TÍTULO: : «PETTIT: “NO
HAY POLÍTICA SIN DIÁLOGO” » (4 agosto
2004).