MÉTODO,
‘COGITO’, DUALISMO Y DIOS: CUATRO CONCEPTOS BÁSICOS
EN DESCARTES
MÉTODO:
«Es mejor no buscar la verdad que hacerlo sin método»,
dice Descartes. El método es un ‘camino’ que
conduce al espíritu de una verdad a otra, de lo más
simple a lo más complejo, de una manera ordenada, paso
a paso, regularmente y de manera progresiva. La mente no puede
funcionar correctamente sin un orden intelectual: método
es orden. El método cartesiano se basa en la evidencia
y sigue el modelo de la física de Galileo. El método,
por lo demás, ha de ser el mismo tanto en ciencias como
en humanidades porque la razón humana es única.
Es un método de la razón y no sólo de la
filosofía: si Galileo ha podido mostrar verdades evidentes
en física, lo mismo puede hacerse en filosofía.
La condición es reflexionar a partir de verdades ciertas
y evidentes (como para él es el ‘cogito’).
La importancia del método en Descartes consiste en que
nos da una pauta de actuación para reflexionar (ordenadamente,
paso a paso, de una evidencia a otra...). Así la filosofía,
en la medida en que es metódica, permite superar debates
estériles (los propios de la filosofía escolástica)
y que la razón se expanda según sus propias fuerzas
o capacidades.
COGITO:
«Yo pienso, luego existo», es la más célebre
de las frases cartesianas (e incluso ha dado lugar a juegos de
palabras francamente tópicos, del tipo: ‘cariño:
si existes, ¿por qué no piensas?’). Para Descartes
la evidencia inmediata del ‘cogito’ basta para hacer
imposible el escepticismo. Puedo esforzarme en dudar de todo:
de la existencia de un cuerpo que creo mío o, incluso,
de verdades más simples, como que 2+2 son 4. Pero no puedo
dudar que yo, que dudo, pienso. Y si pienso existo. Es lógicamente
imposible que no sea cuando pienso que soy: la certeza de mi existencia
depende del acto de mi pensamiento. Es una primera evidencia,
o en palabras de Descartes «la tierra firme» sobre
la que asentar el razonamiento.
EL
DUALISMO CARTESIANO: ¿CÓMO SE UNEN EL ALMA Y EL
CUERPO?: Hay dos cosa que sabemos acerca del alma
o el espíritu: 1) que es una substancia que piensa y 2)
que está unida al cuerpo de manera que forma una totalidad
con él. La distinción entre el alma y el cuerpo
no es menos cierta que su unión. Por ello este tema siempre
ha sido uno de los más discutidos a la hora de cuestionar
la coherencia interna del sistema cartesiano. El hecho de que
alma y cuerpo sean metafísicamente distintos (y que la
existencia de ambos principios es ‘clara y distinta’)
hace bastante inútil buscar su lugar de unión –que
para Descartes se hallaba en la glándula pineal’
del cerebro. Es falso que para Descartes el hombre fuese un alma
albergada en un cuerpo, o un fantasma encerrado en una máquina,
como quiere el tópico. El hombre no consiste en dos elementos
yuxtapuestos: es una realidad propia, irreductible a ambas substancias
que lo forman. El alma está presente en todo el cuerpo
(y no sólo en la glándula pineal, cuya función
conste en recoger informaciones de todas partes) y el cuerpo es
siempre ‘mi’ cuerpo, indisociable de mi alma.
LA
IDEA DE DIOS: Descartes rechaza la tesis de la
Escolástica según la cual el mundo prueba la existencia
de Dios (pues, al fin y la cabo alguien debiera ser el Hacedor
del mundo). Por exigencia del principio de evidencia, no acepta
otra verdad que la que las de las ideas que encuentra en sí
mismo. Las ideas son «como cuadros o ideas de las cosas».
Toda idea representa algo: las ideas adventicias representan cosas
que están en el mundo (un caballo, un árbol) y las
ideas facticias representan ficciones (una sirena) o cosas verdaderas
que sólo pueden conocerse intelectualmente (un triángulo).
Pues bien, de la misma manera que un triángulo no pude
conocerse sin sus propiedades, tampoco la idea de Dios sería
cognoscible sin las suyas propias. De ahí que Dios deba
de ser infinitamente perfecto y que, por ello, en su concepto
debe de incluirse la existencia. Los humanos concebimos en nuestro
interior la existencia de Dios, según Descartes, a partir
de nuestra propia imperfección y finitud. Nos faltan casi
todas las perfecciones y por ello hemos de suponer la existencia
de un Ser infinito y perfecto: un ser finito, según Descartes
no puede pensarse a sí mismo sin referirse a la idea de
un ser infinito.
BIBLIOGRAFÍA:
Fréderic
de BUZON – Denis KAMBOUCHNER: Le Vocabulaire de Descartes,
París: Ellipses, 2002 y elaboración propia.