¿CORROMPE
EL CAPITALISMO EL SENTIDO MORAL?: SIN DUDA
John
GRAY*
Bernard
de Mandeville ya lo explicó: si el mercado produce riqueza,
también es y de manera inseparable, un factor de corrupción
de las virtudes tradicionales (honor, altruismo, desinterés,
etc.) La eficacia económica va de la mano con el advenimiento
de una sociedad compuesta por individuos oportunistas. Adam Smith
lo había presentido y propuso instaurar una milicia nacional
para remediar los efectos corrosivos del mercado sobre los lazos
sociales. No estoy, pues, en absoluto, de acuerdo con la idea
de que Smith considerase que el mercado era una institución
moralmente neutra y que los valores morales intervienen sólo
para decidir el uso de las riquezas. Los diferentes sistemas económicos
promueven diversos tipos humanos y diversas concepciones de la
vida buena. Allí donde un moralista tradicional ve la muerte
de la familia, un liberal ve la afirmación de la autonomía
individual.
Los
elementos de carácter valorizados por el mercado –la
audacia del emprendedor, el deseo de especular y de jugar, la
capacidad para aprovechar o para crear nuevas oportunidades–
no son los más apreciados por los moralistas conservadores.
La prudencia, la parsimonia, la capacidad de inspirarse en los
modelos del pasado, son auténticas cualidades morales,
pero puestas en el mercado pueden lleva a la ruina. El mercado
requiere un alto grado de de movilidad y una capacidad permanente
para prescindir de relaciones que no son provechosas. Pero este
dinamismo subversivo se extiende, poco a poco, al conjunto de
la sociedad. A la política le corresponde entonces decidir
qué puede ser tratado como una mercancía y qué
no puede serlo. Diferentes tipos de compromisos operan, pues,
según nuestras concepciones de la vida buena. Pero una
cosa está clara: una economía moderna de mercado
no puede funcionar sin una dosis de corrupción moral.
* Filósofo político, profesor en la London
School of Economics; liberal clásico y crítico del
neoliberalismo. Respuesta a una pregunta planteada por PHILOSOPHIE
MAGAZINE, nº 26, febrero 2009, p.45. [Trad. R.A.]