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EL MODELO FOUCAULTIANO DE HISTORIA

 

Uno de los problemas básicos del pensamiento foucaultiano es el de la validez (o no) de su manera de trabajar sobre la historia, o por decirlo en sus propios términos, el de la validez del ‘discurso’ histórico sobre el cual trabaja. ‘Discurso’ significa en Foucault un conjunto de enunciados «de parte en parte histórico», formulación suficientemente ambigua como para cuestionar la unidad de método. Añade también que es un «fragmento de historia, unidad y discontinuidad en la historia misma, que plantea el problema de sus propios límites, de sus rupturas, de sus transformaciones, de los modos específicos de su temporalidad más que de su aparición abrupta entre las complicidades del tiempo». [LA ARQUEOLOGÍA DEL SABER, París: Gallimard, p. 133, (1969)].

Lo que interesa a una historia de matriz foucaultiana es cómo se articulan las prácticas discursivas a otras no discursivas pero plenamente tributarias de las reglas de formación, las modalidades y las estrategias de los discursos mantenidos. Esa tentativa de relación entre los enunciados y sus contextos le permite analizar los discursos en función de las prácticas concretas que lo envuelven. Un excelente ejemplo de su método se encuentra en HISTORIA DE LA LOCURA que puede leerse como un buen ejemplo de historia de una sensibilidad social  —la sensibilidad a la locura— que se transforma en función de las mutaciones económicas y políticas que la rodean. Con la aparición del mercantilismo como nueva teoría económica, el loco pasa a ser considerado como un personaje ocioso y molesto de manera que: «los nuevos significaciones que se otorgan a la pobreza, la importancia que se da a la obligación del trabajo y todos los valores éticos que le están vinculados, determinan de lejos lo que se hace de la locura e inflexionan su sentido» [L’HISTOIRE DE LA FOLLIE À L’ÂGE CLASSIQUE, París: Plon, 90 (1961)].

Esta aproximación histórico/arqueológica (y materialista) obliga a Foucault a proceder mediante desplazamientos sucesivos. En la historiografía francesa, sin embargo, esa opción por la discontinuidad no es nueva. Provenía de la tradición de la Escuela de los Annales creada en 1929 por Lucien Febvre y Marc Bloch y representada entonces por Fernand Braudel en EL MEDITERRÁNEO Y EL MUNDO MEDITERRÁNEO EN LA ÉPOCA DE FELIPE II (1949). A partir de Braudel coexisten dos tipos de historia. La primera «intenta restituir la forma global de una civilización (…) lo que metafóricamente se denomina el ‘rostro’ [visage] de una época» [L’ARCHEOLOGIE DU SAVOIR, p. 18]. La segunda, la de Febvre, Bloch y Braudel, niega la continuidad y el devenir progresivo haciendo entrar en sus interpretaciones nuevas lógicas y nuevas temporalidades.

Eso le obliga a redefinir lo que se entiende en historia por ‘fuente’. Foucault indicó a Raymond Bellour cuál es su manera de leer las fuentes históricas: «No debe haber fuentes históricas privilegiadas. Hay que poder leerlo todo, conocer todas las instituciones y todas las prácticas (…) Es por eso que se tratará en el mismo conjunto [dans la même foulée] a Don Quijote, Descartes y un decreto sobre la creación de las casas de internamiento de Pomponne de Bellièvre» [R. Bellour: «Entretien avec Michel Foucault», LE LIVRE DES AUTRES, París, 10/18, p. 17 (1971)]. De esa manera los elementos inconscientes forman parte también del discurso histórico. Para Foucault el trabajo del arqueólogo consiste, tal como indica en Foucault responde a Sartre (1968), en buscar «en la historia de la ciencia, del conocimiento y del saber humano alguna cosa que sería como el inconsciente [queque chose qui en sarait comme l’inconscient]».

De la misma manera que existe un inconsciente humano, Foucault habría intentado escribir, por decirlo con Deleuze [FOUCAULT, París: Gallimard, 1986), una historia «de las condiciones bajo las cuales se manifiesta todo lo que tiene una existencia visible», «de las condiciones bajo las cuales la relación consigo mismo [le raport à soi] constituye una vida privada». Es aquí donde se separa de los Annales y de la ‘Nueva Historia’, que se interesa por una historia de las mentalidades, de los comportamientos o de la vida privada. Conceptos como ‘origen’ o ‘influencia’, como ‘tradición’ o ‘evolución’, o incluso como ‘mentalidad’, no tienen sentido en la metodología foucaultiana, pese a la buena acogida inicial de Robert Mandrou y Ferdinand Braudel a la HISTORIA DE LA LOCURA en el número de julio-agosto de Annales (1962). 

HISTORIA DE LA LOCURA representó un debate historiográfico de primer orden. Es obvio que hay errores de bulto, entre los cuales confundir a Pinel (el ‘liberador’ de los locos y padre de la psiquiatría francesa) con Esquirol (su discípulo y el reorganizado de los servicios psiquiátricos), pero lo que indignó a los historiadores es la tesis foucaultiana según la cual la civilización constituye de forma general «un medio favorable al desarrollo de la locura» (p. 389). Eso sería tanto como introducir el nihilismo y replantear conceptos como ‘verdad’, ‘`progreso’ o ‘razón’. Y es obvio que la Escuela de los Annales no pretendía tanto. Los esfuerzos de Gladys Swain y Marcel Gauchet en Dialogue avec l’insensée: Éssais d’histoire de la psychiatrie. Précédé de À la recheche d’une autre histoire de la folie. (Paris: Gallimard, 1994) se centrarán en mostrar que Foucault se halla prisionero de una concepción romántica e idealista de la locura. Para ambos lo que pretendió Pinel no era en absoluto una práctica de la exclusión, sino la reintegración del loco a la sociedad. También Derrida se refirió en varias ocasiones a la «ingenuidad» de Foucault, lo que llevó a una ruptura entre ambos solo resuelta muy poco antes de la muerte de Foucault. Significativamente cuando Foucault publicó EL NACIMIENTO DE LA CLÍNICA ya no apareció ninguna reseña de la obra en las principales revistas de historia (con la excepción del número de mayo de 1965 de la revista Crítique).

En definitiva, una historia que siga el modelo de Foucault se hace incompatible con un modelo ‘evolucionista’. Foucault substituye, en la introducción a LA ARQUEOLOGÍA DEL SABER, la historia continuista y evolutiva por una nueva consideración de los objetos y los discursos más atenta a las discontinuidades y a las rupturas. El historiador de matriz foucaultiana se interesará, pues, tanto por lo dicho como por lo silenciado, tanto por los éxitos como por los fracasos, tanto por las teorías vigentes como por las silenciadas o dejadas en olvido. Así insistirá en que su estudio no se dirige hacia un ‘período’, sino hacia un ‘problema’ —aunque no siempre resulte fácil ver cómo se puede pensar un concepto sin el otro y eso le obligará a repensar su HISTORIA DE LA SEXUALIDAD desde Grecia—. El uso político de esa historiografía es útil para entender también las formas de resistencia y de ahí su vinculación a la antipsiquiatría y a los grupos de crítica a la prisión (en el GIP de los años 1970, por ejemplo). En consecuencia el trabajo del intelectual ya no consistirá en estudiar lo general sino sus márgenes; el historiador foucaultiano es un «intelectual específico», un «savant-expert» que puede ayudar a desvelar lo que el poder oculta, poniendo de relieve lo rechazado y lo excluido.

La historia conduce, pues, en Foucault a una comprensión que cada vez será más «biopolítica» (palabra que no aparece en su obra hasta 1974), en el sentido en que le interesa comprender cómo el cuerpo es marcado por el poder. El vínculo entre la sexualidad, el cuerpo y el poder constituye un tema de trabajo fundamental para desvelar la irracionalidad de fondo de una supuesta racionalidad ahistórica y ‘progresista’ en su sentido más banal. «Biopoder» y «gubernamentalidad» (es decir forma de gestión de la población) forman una unidad y crean también en su interacción nuevas formas de resistencia. Analizar lo que denominará «la prise du pouvoir dans l’ordinaire de la vie» (en LA VIDA DE LOS HOMBRES INFAMES) sería el objetivo último de una historia foucaultiana. Que eso constituya, como opinaba Derrida una profunda ingenuidad, es otro problema.

 

Materiales para un debate sobre biopolítica a partir del resumen personal de un texto de Jean-François BERT: «Michel Foucault, regards croisés sur le corps. Histoire, etnologie, sociologie». Universidad de Strasbourg,  Cahiers du Portique, nº 5; (2007). [R.A.]

 

  
 

 

 

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