Probablemente
el punto de partida teórico de Hobbes se encuentra en su
oposición al idealismo cartesiano. El que yo sea «una
cosa que piensa», el que esto sea evidente, incluso el que
sea la «primera» evidencia, o la única propiamente
irrebatible en y por sí misma, no da derecho a afirmar
que «soy sólo una cosa que piensa», un «espíritu
inextenso» porque se supone que lo extenso no puede pensar.
Esto es intentar sacar demasiado de una intuición que no
lo contiene. El pensar es un acto; la intuición de éste
no autoriza a concluir nada acerca de la substancia que lo realiza.
¿Por qué el pensar no podría ser el acto
de algún cuerpo, una propiedad que ciertos cuerpos tienen
aunque algunos no lo tengan?
Al
reflexionar sobre lo que pienso, sobre lo que se me presenta como
conocimiento de la realidad y en la inferencia que nuestra mente
hace de los efectos a las causas y viceversa, Hobbes considera
que nuestro conocimiento resulta siempre de percepciones y que
el denominador común de éstas es la materia y el
movimiento. El propósito metódico que Hobbes comparte
con su antagonista Descartes, a saber: analizar lo complejo en
lo simple y eliminar todo lo que sea dudoso, le lleva entonces
a proclamar como objeto único de la ciencia y la filosofía
los cuerpos y sus movimientos. Esto le lleva a su vez, como ya
sabemos, a excluir de la filosofía a la teología
con todos sus «objetos».
La
filosofía será, para Hobbes, un sistema que incluye
la reflexión teórica sobre el conocimiento y el
estudio científico de la realidad material, incluida la
realidad humano-social, que habrá que abordar igualmente
en términos de cuerpos en movimiento: Filosofía
es el conocimiento adquirido por recto razonamiento, de los efectos
o fenómenos, conocidas sus causas o generaciones y, a su
vez, de las generaciones que pueden darse; pero efectos y fenómenos
son cualidades o potencias de los cuerpos.
La
consciencia cognoscitiva es efecto de las vibraciones en el sistema
nervioso («sensaciones»). Los llamados «conceptos
del intelecto», no son más que signos que se refieren
a esas sensaciones (nominalismo). En sus aspectos motores (emocionales
y volitivos), la consciencia (el alma según los espiritualistas),
es una respuesta a aquellas vibraciones. Todo lo que «acontece»,
todos los hechos, tanto físicos como mentales, se encierran
en los distintos capítulos de la «filosofía»:
la geometría describe los movimientos espaciales de los
cuerpos; la física describe los efectos mutuos de los cuerpos
en movimiento (mecánica), la ética se interesa por
«los movimientos de un sistema nervioso» (las pasiones);
la política estudia los efectos mutuos entre sistemas nerviosos
humanos.
La
física de Hobbes es, pues, un riguroso mecanicismo, con
notable influencia de Gassendi y un grado de consecuencia que
es bastante más «racionalista» que «empirista»,
según el sentido que ambos términos toman en la
filosofía inmediatamente posterior. Su base gnoseológica
es, desde luego, sensista, pero de un sensismo, en verdad, no
menos apriorista que el antisensismo cartesiano; y Hobbes no siente
la exigencia, que luego sentirá Locke, de justificarlo.
Lo
más específico de Hobbes es la consecuente prolongación
del mecanicismo al hombre y a los problemas humanos. El hombre
es cuerpo; su obrar es un nada libre juego de fuerzas y estímulos
sensibles y de reacciones de los sentidos. La misma ciencia, concebida
según el lema baconiano de «saber es poder»,
es el resultado de la mecánica de las sensaciones, que
permite prever y calcular el mecanismo de los acontecimientos.
La moral se funda en el asentimiento y aprobación que damos
a lo que produce sensaciones agradables y en la desaprobación
de lo que las produce desagradables. Esa, que es la base de la
moral, va a serlo igualmente de la política.
Juan Carlos GARCÍA-BORRÓN (Madrid, 1924)
fue durante largos años uno de los catedráticos
de Enseñanza Media (Secundaria), más significativos
de Barcelona. Amigo del marxista Manuel Sacristán, abrió
el camino a una significativa plétora de profesores de
filosofía en el bachillerato en la enseñanza pública
durante los años de la transición política
en Catalunya (algunos organizados en el Grupo Panta-Rei), entre
los que destacan Rosa Maria Borràs, Pilar Fibla, Manuel
Satué o Lluís Alegret. Reproducimos un fragmento
sobre Hobbes, correspondiente a su libro EMPIRISMO E ILUSTRACIÓN
INGLESA: DE HOBBES A HUME. Ed. Cincel, 1985, Madrid.