La
imposibilidad de demostrar la existencia de Dios en Kant
Desde San Anselmo en la Edad Media hasta las Luces del s.XVIII,
la razón ha pretendido ser capaz de demostrar la existencia
de Dios. Kant fue quien dio su denominación actual a las
tres principales (e ineficaces, por no conclusivas), pruebas sobre
la existencia de Dios:
1.-
La prueba ontológica pretende derivar la existencia
de Dios de su naturaleza perfecta: si Dios es perfecto y la existencia
es una perfección, entonces Dios debe ser existente; un
ser perfecto e inexistente sería una contradicción
en sus términos.
2.-
La prueba cosmológica reposa sobre la idea de
una necesaria creación del mundo: puesto que nada proviene
de nada, es necesario un Dios creador del mundo.
3.-
La prueba físico-teológica parte de la
armonía del mundo para deducir la existencia de un supremo
ordenador, pues no parece imaginable que la organización
del mundo en fines y medios sea debida a un azar.
Kant mostró, además, que estas pruebas son frágiles
e incluso inconsistentes y con ello cerró una etapa
del pensamiento filosófico sobre Dios (o “teodicea”,
en el nombre técnico que él impuso).
1.- La prueba ontológica incurre en petición
de principio, al suponer que debe existir un ser perfecto. Además
concibe la existencia como una perfección suplementaria
y la inexistencia como un defecto cuando la existencia no añade
nada a un concepto. Algo puede resultar perfecto como concepto
y no existir en la realidad. En una famosa frase kantiana, no
se puede ir al mercado y pretender comprar comida de verdad con
táleros (moneda) imaginarios.
2.-
La prueba cosmológica presupone la existencia
de una realidad exterior sin causa, que sería Dios y, por
lo tanto, sólo permite preguntar cuál seria la causa
de la causa ad infinitum.
3.-
La prueba físico-teológica parte de una
idea y no de un hecho, que el mundo es armónico, resulta
efectivamente difícil de sostener.
Por
lo demás la mejor prueba de que esos argumentos no son
concluyentes es que no han convencido a nadie. Nunca se ha visto
a un ateo correr a convertirse después de haber oído
hablar de las pruebas de la existencia de Dios. Por eso, después
de Kant no se usa la expresión “pruebas” sino
que se habla de “argumentos” a tal efecto.
Kant
es deista, es decir, cree en Dios pero no le otorga ninguna función
en los asuntos humanos –ni mucho menos en el ámbito
de la moralidad. Nuestras acciones morales no son obligatorias
porque son mandatos divinos, sino que nos parecen mandatos divinos
porque interiormente nos sentimos obligados a ellas.