LEO
STRAUSS (1899-1973): UNA INTERPRETACIÓN
DE LA CAVERNA PLATÓNICA
UN FRAGMENTO DE «SOBRE “LA REPÚBLICA”
DE PLATÓN»
¿Por
qué los filósofos no están interesados en
gobernar? Dominados por el deseo, el eros del conocimiento, al
que consideran lo único necesario, conocedores de que la
filosofía es la posesión más placentera y
dichosa, los filósofos no tienen tiempo libre para bajar
la mirada hacia los asuntos humanos, y menos aún para ocuparse
de ellos. Los filósofos creen que mientras vivan ya están
firmemente establecidos muy lejos de sus ciudades, en las “Islas
de los Bienaventurados”. Por tanto, sólo la fuerza
puede inducirlos a tomar parte en la vida pública de la
ciudad justa, esto es, la ciudad que considera como su tarea más
importante educar apropiadamente a los filósofos. Como
los filósofos percibieron lo que es espléndido en
verdad, consideran mezquinos a los asuntos humanos. Su propia
justicia –el abstenerse de hacer daño a otros seres
humanos– proviene de desdén por aquello por lo que
compiten con fervor los no filósofos. Los filósofos
saben que la vida no consagrada a la filosofía y, por lo
tanto, incluso la mejor vida política, es como la vida
en una caverna, y por lo tanto es así que se puede identificar
la ciudad con una caverna. Los habitantes de la caverna, esto
es, los no filósofos sólo ven las sombras de artefactos
(514b-515c). Es decir, todo lo que perciben lo ven a través
de las opiniones consagradas por decreto por los legisladores
respecto de lo justo y lo noble, esto es, opiniones inventadas
o convencionales, y no saben que sus opiniones más preciadas
no poseen más valor que las opiniones. Ya que si incluso
la mejor ciudad se basa en principios falsos, por más que
se trate de mentiras nobles, es de esperar que las opiniones sobre
las que se erigen o en las que creen las ciudades imperfectas
no sean verdaderas, por no decir más. Precisamente los
mejores entre los no filósofos, los buenos ciudadanos,
se aferran con pasión a estas opiniones y de ahí
que se opongan con pasión a la filosofía (517ª),
que es el intento de trascender la opinión y alcanzar el
conocimiento: la multitud no es tan fácil de persuadir
por parte de los filósofos como suponíamos en un
momento previo de la argumentación. Ésta es la verdadera
razón por la cual la coincidencia de la filosofía
y el poder político es harto improbable: la filosofía
y la ciudad tienden a alejarse una de otra en direcciones opuestas.
(...)
La
ciudad justa es entonces imposible. Es imposible porque es contraria
a la naturaleza. Es contrario a la naturaleza que haya un “cese
del mal”, “ya que es necesario que siempre haya algo
opuesto al bien, y el mal por fuerza deambula entorno a la naturaleza
mortal y esta región” [Teeteto, 16ª5-8; Leyes
896e4-6]. Es contrario a la naturaleza que la retórica
tenga la fuerza que se le atribuye: que sea capaz de superar la
resistencia enraizada en el amor de los hombres por sus posesiones
y en última instancia por su propio cuerpo; en términos
de Aristóteles, el alma puede gobernar al cuerpo sólo
a través del despotismo, no mediante la persuación.
La REPÚBLICA repite, a fin de superarlo, el error de los
sofistas respecto al poder del discurso. La ciudad justa es contraria
a la naturaleza porque la igualdad de los sexos y el comunismo
absoluto son contrarios a la naturaleza. La ciudad justa no poesee
ningún atractivo para nadie excepto para los amantes de
la justicia dispuestos a destruir a la familia por considerarla
convencional en su esencia y a cambiarla por una sociedad en la
que nadie sabe dee padres, hijos y hermanos que no lo sean por
convención. La REPÚBLICA no sería la obra
que es si dicho amante de la justicia no fuera del tipo más
extraordinario en el prácticamente más importante
sentido de la justicia. O para expresar esto de un modo que sea
tal vez más fácil de entender hoy: la REPÚBLICA
es el análisis más amplio y más profundo
de todos los tiempos del idealismo político.
«SOBRE “LA REPÚBLICA” DE PLATÓN»;
FRAGMENTO DE UNA CONFERENCIA DE LEO STRAUSS, PUBLICADA EN “EL
HOMBRE Y LA CIUDAD” (1964). ©Trad. de Leonel LIVCHITS.
© Ed. Katz: Buenos Aires, 2006; p. 180-182 y p. 183-184 [USO
RESTRINGIDO].