Història de la filosofia grega - Història de la Filosofia medieval - Maquiavel - Montaigne- Galileu - Descartes - Ignasi - Hobbes - Pascal - Van del Enden - Spinoza - Empirisme (Locke) - Empirisme (Hume) - Mandeville - Il.lustració francesa (Montesquieu - Voltaire - Rousseau - La Mettrie- Sade) - Meslier - Kant - Fichte - Hegel - Kierkegaard - Feuerbach - Stirner - Marx - Utilitarisme (Mill) - Schopenhauer - Nietzsche - Filosofia de la Sospita - Freud - Durkheim - Weber - Kraus - Jaspers - Russell - Ayer- Wittgenstein - Popper - Feyerabend - Heidegger - Arendt - Anders - Jünger - Patocka - Korczak - Mounier - Rougemont - Escola de Frankuft - Benjamin - Jonas - Weil - Ellul - Mumford - Jankélévitch - Sartre - Simone de Beauvoir - Lévi-Strauss - Girard - Morin - Cioran - Foucault -Rawls - Sen - Habermas - Lorenz - Singer - Wilson - Macintyre - Zadeh - Georgescu-Roegen - Vattimo - Sloterdijk - Fukuyama - Pogge - Illouz - Rosa - Filosofia política - Utopies - Anarquisme - Liberalisme - Socialdemocràcia - Conservadorisme - Totalitarisme - Republicanisme - Ètica bàsica - Contra el relativisme -Empatia -Tecnoètica - Ètica i empresa - Decreixement - Bioètica- Neuroètica - Ètica Periodística - Ètica i ecologia - Ètica animal - Ecologia humana i Antropologia - Biopolítica - Darwin i l'ètica - Einstein i l'ètica -Africana - Guerra Justa - Ateisme - Laïcisme - Cristianisme - Religions del món - Sociologia bàsica - Filosofia de la història - Argumentació - Teoria del Coneixement - Teoria de Ciència - Història de la Psicologia - Contes per pensar - Vocabulari Filosòfic - Introducció a la Filosofia - Dossier Selectivitat

 

«ADOLF EICHMAN», INDIVIDUO O SÍMBOLO

 

 

 

El nombre de «Adolf Eichmann» (1906-1962), ha acabado por designar algo más que un sujeto histórico o una biografía política. Funcionario más o menos inadvertido bajo el nazismo y convertido en símbolo de «la banalidad del mal» por Hannah Arendt, es uno de los iconos más significativos del siglo XX. Como dice su biógrafo David Cesarini: «encarna, por metonimia, toda la historia de la persecución nazi, del asesinato en masa de judíos y de la traza dejada por ese régimen en la historia».

 

Lo primero que sorprende es que sus contemporáneos estrictos, durante la guerra y en los primeros años de la postguerra, no sabían demasiado sobre él. Fue siempre una ‘pieza menor’, un elemento del engranaje o de la máquina y la construcción más o menos literaria de su figura (o si se quiere así, su ‘posteridad literaria’, por decirlo de una manera frívola) está vinculada muy estrictamente al anonimato. Eichmann es un personaje que literariamente entronca con el mundo burocrático de Kafka y Orwell más que con el existencialismo sartriano o con el absurdo de Ionesco. Según Cesarini cuando el juez titular americano del Tribunal Militar Internacional de Nuremberg, Francis Biddle, se encontró en la versión preliminar de un atestado del juicio con el nombre de Eichmann, tan solo anotó al margen «¿quién es?».

 

En uno de los primeros libros sobre la solución final, Gerald Reitlinger escribió en 1953: «La carrera de Eichmann era la de un funcionario alemán absorbido por su trabajo del que no sacó gloria alguna». Siempre según Cesarini: «A finales de los años 1950, Eichmann estaba ya medio olvidado. Cuando Fritz Bauer, abogado general del land de Hesse en Alemania Oriental alertó a Isser Harel, jefe de los servicios secretos israelíes, de que Eichmann había sido localizado en Buenos Aires, Harel tuvo necesidad de informarse con más precisión sobre el fugitivo. Como dijo más tarde: «No había estudiado de cerca su lugar en la jerarquía nazi o el papel decisivo que había tenido en lo que los nazis denominaron ‘la solución final’». En definitiva, si Eichmann ha llegado a ser un símbolo del nazismo y si tiene interés estudiarlo es porque se puede presentar como un icono de la sociedad burocrática. Es un ejemplo de lo siniestro que puede acabar resultando el hecho de ser simplemente un tipo ‘perfectamente normal’. Cuando se afirma que en el mundo actual la máquina y la organización pasan por encima de los individuos y que el sujeto se ha convertido sólo en una pieza de un engranaje, Eichmann (con la inestimable ayuda de su retrato legado por Hannah Arendt) acaba resultando un ejemplo incluso demasiado obvio.   

 

El caso Eichmann es, además, significativo en gran manera para discutir el ambiguo papel de la ley y la justicia en el totalitarismo y en las democracias. Su proceso en Jerusalén fue uno de los primeros grandes acontecimientos mediáticos y ni en broma puede suponerse que, desde el punto de vista formal, recibió un juicio justo, incluso cuando era más que evidente su culpabilidad. Es una obviedad que estaba condenado mucho antes de llegar a juicio. Por lo demás, años más tarde, el mismo juez que lo condenó a muerte argumentó ‘legalmente’ el derecho del ejército y de la policía israelí a torturar palestinos, en una sentencia que habría hecho sonreír desde su tumba al mismísimo Carl Schmitt.

 

Se ha construido, pues, una lamentable mitología alrededor de Eichmann que le presenta como el funcionario gris, el hombre cuyo proceso ejemplifica la conversión del hombre en instrumento e incluso el individuo víctima del sistema. Volviendo a su biógrafo: «De mediados de 1960 a mediados de 1980, la masacre de los judíos fue percibida como la encarnación del zenit de la burocracia moderna más que como un retorno a la barbarie. La Alemania nazi era descrita como un Estado moderno altamente centralizado y jerarquizado en cuyo seno el poder y la autoridad circulaban de arriba abajo y en el que altos funcionarios decidían la suerte de millones de individuos. El crimen en masa constituía un proceso ‘medicalizado’ o incluso una forma de racionalización económica ejecutada por profesionales, abogados o médicos, vestidos con impecables uniformes negros que expedían seres humanos a las fábricas de la muerte que funcionaban de una manera casi ‘fordista’ sobre la base de decisiones casi racionales derivadas de teorías eugenistas. Eichmann el ‘verdugo de verdugos’ por excelencia, se convirtió así en un personaje clave» (p. 13-14 de la ed. francesa).

 

Para el estudio del totalitarismo, y para evitar que el totalitarismo resurja, es central desmitificar esa imagen de «máquina ciega» cuyo caso de estudio o cuyo ejemplo básico es Eichmann. Volviendo a Cesarini es importante desmontar la idea de «la Alemania nazi como Estado monolítico de racionalidad perversa que ponía en acto un genocidio desarrollado con regularidad, centralizado y conducido de manera burocrática, perpetrado por ‘asesinos de sillón’» (14). Por el contrario conviene ver todo lo que de ‘hombres ordinarios’ (Christopher Browning) y de pasión miserable había en los jerarcas nazis y en sus ideas. En definitiva: «tal vez Eichmann ha sido mitificado e incomprendido, pero eso de ninguna manera lo convierte en un hombre adecuado. Fue un cómplice consciente y voluntario del genocidio, un criminal cuyos actos golpearon a la humanidad entera» (Cesarini, p. 16).  

 

BIBLIOGRAFÍA:

 

David CESARINI: Adolf Eichmann. París: Tallandier, 2010. [Ed. original, Becoming Eichmann, 2010]

 


 

 

 

Tria autor/tema

Envia un email a l'autor