El
ensayo SOBRE LA LIBERTAD fue publicado en 1859 y John Stuart
Mill confiaba en que se convertiría en su obra más
popular; como él mismo escribió en su AUTOBIOGRAFÍA:
‘sobrevivirá, probablemente, a todas mis obras
con la posible excepción de la LÓGICA’.
La historia le dio la razón: junto con EL UTILITARISMO
es la más divulgada, y no sólo en el mundo anglosajón.
TEORÍA
DE LOS DERECHOS DEL INDIVIDUO. En SOBRE LA LIBERTAD,
Mill presentó una teoría de los derechos del individuo,
acompañada por una serie de reivindicaciones aún
válida, pese a que ha trascurrido un siglo y medio desde
entonces. Su planteamiento no sólo es incompatible con
cualquier forma de sociedad totalitaria, sino que también
resulta irreconciliable con toda sociedad totalmente libre,
diríamos salvaje, donde dominen los más fuertes
y astutos. La condición necesaria al desarrollo de la
libertad, según Mill, es la existencia de una sociedad
civil avanzada y organizada por un Estado, aunque mínimo,
de derecho. Y todo esto, inevitablemente, implica que los ciudadanos
sean no sólo titulares de derechos, sino también
de deberes cívicos, porque la bondad –en un sentido
ético-político– de un Estado está
sobretodo determinada por la bondad de sus ciudadanos.
No se trata,
pues, de una simple apología de la libertad de opinión
y expresión. John Stuart Mill nos muestra hasta qué
punto la libertad es tan necesaria como el aire que respiramos.
Pero también necesitamos que se limite la libertad de
los demás, para impedir que interfieran en nuestra vida.
Así, pues, el ensayo no fue en absoluto un manifiesto
del individualismo, y muchos de los principios aquí enunciados
deberían estar incluidos hoy en las constituciones políticas.
COLABORACIÓN
DE HARRIET TAYLOR. Stuart Mill redactó
la obra dos veces –como acostumbraba hacer– con
la colaboración de su mujer. Harriet Taylor, a quien
recordó con una conmovedora dedicatoria: ‘Dedico
este volumen a la querida y llorada memoria de quien fue la
inspiradora y autora, en parte, de lo mejor que hay en mis obras,
a la memoria de la amiga y de la esposa cuyo vehemente sentido
de la verdad y de la justicia fue mi más vivo apoyo y
en cuya aprobación estribaba mi principal recompensa’.
LIBRE
ALBEDRÍO Y NECESIDAD. El objeto principal
del ensayo no es el libre albedrío, sino la libertad
civil. La cuestión del libre albedrío y la relación
entre libertad y necesidad ya las analizó de forma sistemática
en el segundo capítulo del libro sexto del SISTEMA DE
LÓGICA INDUCTIVA Y DEDUCTIVA y en la obra ESTUDIO DE
LA FILOSOFÍA DE SIR WILLIAM HAMILTON, de 1865.
En el debate
en que se enfrentaron los partidarios del libre albedrío
y los ‘necesitaristas’, Mill reconoció que
las acciones humanas, como todos los acontecimientos que suceden
en el mundo, responden a la ley de la causalidad. Nuestras voluntades
dependen de estados mentales o motivaciones anteriores que las
determinan, mediante unos nexos uniformes, regulares y constantes,
así que, si se conocen las razones presentes en la mente
de un individuo, y teniendo en cuenta su carácter, sería
posible inferir sus actos futuros.
Según
Mill, si pudiéramos disponer de un conocimiento total
de todas las influencias que actúan sobre un ser humano,
se podría predecir su conducta con una certeza similar
a la de un evento físico.
Un
planteamiento de este tipo no contradice, a su juicio, nuestro
‘sentimiento de libertad’. El hecho de que quienes
nos conozcan sean capaces de prever cómo actuaremos en
una situación concreta, no nos hace sentir menos libres.
Los mismos teóricos del libre albedrío, por otro
lado, siempre afirmaron que la libertad no es incompatible con
la pre-ciencia divina y, en consecuencia, ‘si es compatible
con la pre-ciencia divina, entonces será compatible con
cualquier otra pre-ciencia’.
No obstante,
las tesis de Mill resultn bastante mitigadas por el hecho de
reconocer que, entre las causas de nuestra voluntad y las acciones
que de ella derivan, hay que contemplar no sólo las inclinaciones
y las animadversiones, sino también las finalidades,
incluido el deseo de modificar nuestro carácter, si no
nos satisface.
RECHAZO
DEL NECESITARISMO. Mill rechaza el ‘necesitarismo
absoluto’ teorizado por los utilitaristas Jeremy Bentham
y John Mill, y sobretodo por Robert Owen, por las consecuencias
fatalistas que conlleva. Para Mill si nuestro carácter
ha sido creado para nosotros y no por nosotros mismo, no somos
responsables de las acciones que nos conduce a llevar a cabo,
y sería totalmente inútil intentar modificarlo.
La negación de toda idea de libertad, y la anulación
de la misma responsabilidad humana, sería inaceptable.
El ‘determinismo débil’ planteado en el SISTEMA
DE LÓGICA, en cambio, al evitar el fatalismo, debería
representar una base teórica idónea para fundar
el sentimiento de responsabilidad.
Esta
concepción de la relación entre libertad y necesidad
es la que más armonizaría la ciencia con la conciencia,
la doctrina de la causalidad con el sentimiento de responsabilidad,
además de la más coherente con los propósitos
de un reformador de piniones.
La
exigencia de una reflexión acerca de la libertad civil
se debe principalmente a tres factores: en primer lugar, por
la tendencia de la sociedad a interferir en la vida del individuo,
inculcándole patrones uniformes de pensamiento y conducta;
en segundo lugar por la difusión de concepciones teóricas,
como las expresadas por Auguste Comte en su SISTEMA
DE POLÍTICA POSITIVA, que intentaban establecer
un despotismo espiritual de la sociedad sobre el individuo,
la forma más peligrosa del despotismo; y finalmente por
la constatación de que hay hombres que no desean ser
libres.
LOS
PELIGROS DE LAS DEMOCRACIAS.
El objetivo del ensayo SOBRE LA LIBERTAD es precisamente el
de formular un principio muy sencillo, ‘encaminado a regir
de modo absoluto la conducta de la sociedad en relación
con el individuo, en todo aquello que se a obligación
o control, bien se aplique la fuerza física, en forma
de penas legales, o la coacción moral de la opinión
pública’.
En el siglo
XIX, con la proliferación de los sistemas constitucionales
y las primeras formas de democracia, el problema de la libertad
ya no se presentaba únicamente como exigencia de limitar
el poder del Estado en la sociedad, sino también como
exigencia de salvaguardar la soberanía del individuo
con respeto al poder de penetración de la sociedad misma,
y más precisamente con respeto a aquella forma peligrosa
de dominación que se expresa en la ‘tiranía
de la mayoría’.
LA
TIRANÍA DE LA MAYORÍA. Es en la
tiranía de la mayoría donde se pone de manifiesto
la tendencia de la sociedad a imponer, con medios diferentes
de las sanciones civiles, sus propias ideas y sus propias prácticas
a los que disienten ‘empleando para ello medios que no
son precisamente las penas civiles; puesto que también
trata de impedir el desarrollo y, en lo posible, la formación
de individualidades diferentes; y cómo, por último,
trata de modelar los caracteres con el troquel del suyo propio’.
LA
MEDIOCRIDAD. Mill también individuó
el terreno fértil en el que la semilla de la mediocridad
encuentra su entorno ideal para desarrollarse. Los hombres que
no piensan necesitan a alguien que piense en su lugar, y lo
encuentran fácilmente entre quienes les son más
afines, quienes sepan interpretar mejor, de forma demagógica,
su estado de ánimo: ‘Y lo que constituye todavía
una mayor novedad es que actualmente las masas no reciben sus
opiniones de los dignatarios de la Iglesia o del Estado, ni
de algún jefe notable, ni de ningún libro. Su
opinión proviene de hombres que están más
o menos a su altura, que por medio de periódicos se dirigen
a ellas y hablan en su nombre acerca de la cuestión del
momento’.
Las consecuencias
de un sistema de dominio tan peligroso no se manifiestan en
las épocas de transición, cuando las antiguas
instituciones ya están en crisis y las nuevas todavía
están desprovistas de la fuerza necesaria para imponerse
completamente. Los peligros se hacen evidentes cuando un conjunto
de doctrinas, al conquistar el consenso de la mayoría,
logra organizar y modelar las instituciones, los criterios de
conducta y los sistemas educativos, adquiriendo de tal forma
el mismo poder de presión de las creencias que substituye.
El hecho de que un poder tan peligroso se pueda o no ejecutar
depende del grado de conciencia de la humanidad: este poder
no puede ejecutarse sin menguar y empobrecer la naturaleza humana.
Mill fue
el primer filósofo realmente consciente del modelo totalitario
y, a posteriori, podría decirse que comprendió
la diferencia entre una simple dictadura que prohíbe
la democracia y niega los derechos civiles, y una opresión
ideológica que, por el contrario, pretende controlar
la vida de todo el mundo plasmando conductas, gustos y pensamientos.
Una tiranía totalitaria no necesita una forma de gobierno
dictatorial para realizarse. Tampoco la democracia queda inmune,
y el control de los medios de comunicación, el monopolio
de la cultura, el sistema de instrucción, pueden conducir
que una dictadura a construir el conformismo y la falta de sentido
crítico.
PLURALIDAD
DE CARACTERES. Tras estas consideraciones, destaca
el principio del liberalismo milliano, la convicción
de que, sin individualidades fuertes, desarrolladas, autónomas
y originales, el progreso social se verá abocado a su
desaparición. La formación de personalidades plurales
es para Mill el bien más preciado y la condición
esencial para el enriquecimiento intelectual y moral de la humanidad
entera.
Bajo esta
perspectiva, el ensayo SOBRE LA LIBERTAD se convierte en una
especie de manual filosófico acerca de una misma verdad:
la importancia para el hombre y la sociedad de una amplia variedad
de caracteres y una completa libertad de la naturaleza humana
(p.108)